3/02/2017, 17:54
Si Akame se sintió ofendido o insultado por la grosera actitud de aquel niño, no dio muestras de ello. Su rostro inmutable no mudó aquella característica expresión afable y calma, y sus ojos negros como carbones no se apartaron ni un momento de los grandes portones de Uzushio. El Uchiha lanzó un suspiro nostálgico, y sin modular su voz para apartarla de aquel tono tranquilo y parsimonioso, contestó a la grosería del muchacho.
—Está bien, los nervios de la primera misión son algo que nos sucede a todos —replicó, sonriendo, mientras se cruzaba las manos a la espalda—. Simplemente recuerda las enseñanzas de tu sensei y sé cauteloso. Oonindo es un lugar peligroso, y más para los shinobi como nosotros.
Él mismo no había recibido, todavía, una misión que fuese digna de llamarse como tal; pero, incluso para recoger mierdas de perro, Akame tenía presente las enseñanzas de su maestra Kunie, y nunca se desviaba del proceder de un buen ninja.
Fue entonces cuando ladeó la mirada para examinar más detenidamente al muchacho. Era joven, más joven incluso que él, muy menudo y con cara de pocos amigos. Akame trató de hacer memoria, pero, a pesar de ello, no logró ubicar aquel rostro. Y eso era raro en él, que siempre se había jactado de poseer una memoria ediética.
—¡Vaya, discúlpame, shinobi-kun, pero se me ha olvidado tu nombre! —exclamó, fingidamente arrepentido—. Estoy seguro de que coincidimos en clase, ¿no es que te graduaste en la promoción del doscientos dieciséis?
—Está bien, los nervios de la primera misión son algo que nos sucede a todos —replicó, sonriendo, mientras se cruzaba las manos a la espalda—. Simplemente recuerda las enseñanzas de tu sensei y sé cauteloso. Oonindo es un lugar peligroso, y más para los shinobi como nosotros.
Él mismo no había recibido, todavía, una misión que fuese digna de llamarse como tal; pero, incluso para recoger mierdas de perro, Akame tenía presente las enseñanzas de su maestra Kunie, y nunca se desviaba del proceder de un buen ninja.
Fue entonces cuando ladeó la mirada para examinar más detenidamente al muchacho. Era joven, más joven incluso que él, muy menudo y con cara de pocos amigos. Akame trató de hacer memoria, pero, a pesar de ello, no logró ubicar aquel rostro. Y eso era raro en él, que siempre se había jactado de poseer una memoria ediética.
—¡Vaya, discúlpame, shinobi-kun, pero se me ha olvidado tu nombre! —exclamó, fingidamente arrepentido—. Estoy seguro de que coincidimos en clase, ¿no es que te graduaste en la promoción del doscientos dieciséis?