8/02/2017, 01:19
Dicen que después de la tormenta llega la calma. El dicho puede ser cierto, sin embargo no para todo el mundo era igual, pues para el joven Uchiha la calma no solía durar mucho. No porque él quisiera provocar un tormenta, sino porque parecía que las atraía hacia él. O más bien que lo hacia su apariencia.
Al parecer, el resto de clientes del local no se sentían cómodos con su presencia. Vale que los ojos le daban un aspecto un tanto aterrador, pero tanto como para asustar a un montón de adultos…El posadero se acercó a echar “amablemente” a Reiji del lugar
— Joven… ¿Podría marcharse de aquí por favor? No me gustaría que mis clientes huyeran y se marcharan por tu culpa, tengo dos hijas pequeñas a las que darles de comer— Reiji nunca había entendido por que la gente lo tachaba de demonio o de monstruo, eran ojos de cuervo, pero si entendía los temores del posadero, si algo podía tocar a Reiji era la familia —Se lo pido amable y educadamente, pero si no se va por su propia voluntad tendré que llamar a los guardias, como te he dicho antes mis hijas son…
La puerta del local se abrió de repente. Nadie se fijó porque todas las miradas estaban en los jóvenes Uchiha de Amegakure, todas menos las del propio Reiji, que si vio lo que acababa de entrar. Aquella figura si parecía sacada de un cuento de terror con esa mascara, pero eso solo duro un instante, porque en el momento en el que se la retiro paso a ser una especie de ángel.
Vale, tal vez era una exageración, pero es que el joven Uchiha sentía cierta atracción por cierto tipo de chicas. Las pelirrojas. Y lo que había tras la máscara no era ni más ni menos que una mujer de rojos cabellos lisos que en aquel paraje helado brillaban como el sol en un día despejado. Sol que raramente se podía vislumbrar en Amegakure.
— No se preocupe, me marchare tranquilamente, disculpe las molestias — Reiji no sabía si el posadero había terminado de hablar o no, ni siquiera sabía por dónde iba su discurso, pero en su cabeza ya estaba la manera de pasar la noche en aquel lugar.
Salió del sitio mientras la muchacha se acercaba a la barra que también servía como mostrador para aquellos que querían pasar la noche en el lugar. Una vez fuera, se dirigió a la parte trasera del lugar, miro en todas direcciones para asegurarse que no había nadie, y cuando estuvo seguro, se puso su máscara y se transformó en un gato negro.
Mientras, en la posada, el hombre que se encargaba de todo volvió a su sitio y se dispuso a atender a la joven de rojos cabellos.
—Buenas señorita, ¿Qué desea? ¿Una bebida caliente tal vez?¿Una cama y muchas mantas para soportar el frio?
Mientras el posadero hablaba con la joven, un gato negro y pequeño, no más grande que un sandia, se coló en el lugar y se acercó a donde estaba la muchacha hasta quedar justo pegado a su pata.
—Oye…¿El gato es tuyo? Me da lástima porque probablemente morirá de frío ahí fuera, pero la norma dice que solo se permiten las mascotas de los clientes.
Si la muchacha miraba al gatito, vería como este ponía una tristísima carita de pena, como rogando que por favor contestara que sí que era su mascota.
Al parecer, el resto de clientes del local no se sentían cómodos con su presencia. Vale que los ojos le daban un aspecto un tanto aterrador, pero tanto como para asustar a un montón de adultos…El posadero se acercó a echar “amablemente” a Reiji del lugar
— Joven… ¿Podría marcharse de aquí por favor? No me gustaría que mis clientes huyeran y se marcharan por tu culpa, tengo dos hijas pequeñas a las que darles de comer— Reiji nunca había entendido por que la gente lo tachaba de demonio o de monstruo, eran ojos de cuervo, pero si entendía los temores del posadero, si algo podía tocar a Reiji era la familia —Se lo pido amable y educadamente, pero si no se va por su propia voluntad tendré que llamar a los guardias, como te he dicho antes mis hijas son…
La puerta del local se abrió de repente. Nadie se fijó porque todas las miradas estaban en los jóvenes Uchiha de Amegakure, todas menos las del propio Reiji, que si vio lo que acababa de entrar. Aquella figura si parecía sacada de un cuento de terror con esa mascara, pero eso solo duro un instante, porque en el momento en el que se la retiro paso a ser una especie de ángel.
Vale, tal vez era una exageración, pero es que el joven Uchiha sentía cierta atracción por cierto tipo de chicas. Las pelirrojas. Y lo que había tras la máscara no era ni más ni menos que una mujer de rojos cabellos lisos que en aquel paraje helado brillaban como el sol en un día despejado. Sol que raramente se podía vislumbrar en Amegakure.
— No se preocupe, me marchare tranquilamente, disculpe las molestias — Reiji no sabía si el posadero había terminado de hablar o no, ni siquiera sabía por dónde iba su discurso, pero en su cabeza ya estaba la manera de pasar la noche en aquel lugar.
Salió del sitio mientras la muchacha se acercaba a la barra que también servía como mostrador para aquellos que querían pasar la noche en el lugar. Una vez fuera, se dirigió a la parte trasera del lugar, miro en todas direcciones para asegurarse que no había nadie, y cuando estuvo seguro, se puso su máscara y se transformó en un gato negro.
Mientras, en la posada, el hombre que se encargaba de todo volvió a su sitio y se dispuso a atender a la joven de rojos cabellos.
—Buenas señorita, ¿Qué desea? ¿Una bebida caliente tal vez?¿Una cama y muchas mantas para soportar el frio?
Mientras el posadero hablaba con la joven, un gato negro y pequeño, no más grande que un sandia, se coló en el lugar y se acercó a donde estaba la muchacha hasta quedar justo pegado a su pata.
—Oye…¿El gato es tuyo? Me da lástima porque probablemente morirá de frío ahí fuera, pero la norma dice que solo se permiten las mascotas de los clientes.
Si la muchacha miraba al gatito, vería como este ponía una tristísima carita de pena, como rogando que por favor contestara que sí que era su mascota.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)