9/02/2017, 17:44
Akame ni siquiera pestañeaba mientras sus ojos, rojos por el Sharingan, leían e imitaban a la perfección los movimientos que las manos de su rival estaban ejecutando. Caballo. Serpiente. Carnero. Los dos Uchiha se movían como autómatas, como máquinas creadas con el único propósito de alcanzar la máxima eficiencia posible en el control de aquella imparable energía que los ninjas llamaban Chakra. Mono. Jabalí. Sus manos eran raudas como serpientes, entrelazándose en una danza que transmitía su rítmico movimiento al flujo de chakra de cada uno de los gennin. Gracias a su Sharingan, Akame podía distinguir la energía que recorría el cuerpo de Haskoz, arremolinándose en su barriga. Caballo. Tigre.
Los muchachos alzaron su mano diestra al unísono, formando una circunferencia con los dedos índice y pulgar en torno a sus labios. El chakra rugió en su interior, adoptando la forma de la naturaleza de Fuego, caprichosa y destructiva. Ninguno de los dos dudó. Ninguno titubeó.
—¡Katon! ¡Goukakyuu no Jutsu!
Dos gigantescas esferas de llamas fluyeron desde las bocas de los muchachos, tomando forma en apenas un instante y avanzando en sentidos opuestos, directas a encontrarse justo en el punto medio de la plaza. Las llamas iban abrasando la piedra gris, dejando un surco de hollín a su paso. El fuego crepitó y rugió, con la furia que le insuflaba el chakra de aquellos dos Uchiha.
Cuando colisionaron, las bolas de fuego estallaron en una explosión de chispas, llamas y energía que amenazó con destruir el pavimento del lugar. Por suerte aquellas plazas estaban construidas especialmente para entrenar, y la piedra aguantó bien aquel embate.
El humo se disipó al poco, y Akame pudo ver, atónito, como tanto él como Haskoz estaban intactos. «Así que después de todo, su Katon es tan fuerte como el mío...»; no había otra explicación. El Uchiha de Tanzaku sonrió, francamente complacido, y cruzó la distancia que les separaba para colocarse frente a Haskoz.
—Ha sido un honor medirme junto a un verdadero Uchiha, Haskoz-kun —explicó, con una leve reverencia—. Gracias.
Los muchachos alzaron su mano diestra al unísono, formando una circunferencia con los dedos índice y pulgar en torno a sus labios. El chakra rugió en su interior, adoptando la forma de la naturaleza de Fuego, caprichosa y destructiva. Ninguno de los dos dudó. Ninguno titubeó.
—¡Katon! ¡Goukakyuu no Jutsu!
Dos gigantescas esferas de llamas fluyeron desde las bocas de los muchachos, tomando forma en apenas un instante y avanzando en sentidos opuestos, directas a encontrarse justo en el punto medio de la plaza. Las llamas iban abrasando la piedra gris, dejando un surco de hollín a su paso. El fuego crepitó y rugió, con la furia que le insuflaba el chakra de aquellos dos Uchiha.
Cuando colisionaron, las bolas de fuego estallaron en una explosión de chispas, llamas y energía que amenazó con destruir el pavimento del lugar. Por suerte aquellas plazas estaban construidas especialmente para entrenar, y la piedra aguantó bien aquel embate.
El humo se disipó al poco, y Akame pudo ver, atónito, como tanto él como Haskoz estaban intactos. «Así que después de todo, su Katon es tan fuerte como el mío...»; no había otra explicación. El Uchiha de Tanzaku sonrió, francamente complacido, y cruzó la distancia que les separaba para colocarse frente a Haskoz.
—Ha sido un honor medirme junto a un verdadero Uchiha, Haskoz-kun —explicó, con una leve reverencia—. Gracias.