9/02/2017, 17:59
(Última modificación: 9/02/2017, 18:00 por Uchiha Akame.)
Lejos de calmarse ante el inminente aprieto en el que se encontraba, aquel muchacho respondió de forma más violenta si cabía. Enarbolando de nuevo aquella dichosa piedra con la que había intentado dejar seco a Akame momentos antes, volvió a lanzar otro golpe directo al rostro del Uchiha. Tan simple como el anterior, Akame lo esquivó sin mayores dificultades, dando un paso lateral y dejando que el pedrusco —y la mano del niño— pasaran de largo junto a su rostro.
«Por todos los dioses que es tozudo, ¿¡qué le pasa a este chico!?»
El gennin ya se estaba planteando contestar a las suicidas ofensivas del muchachito cuando un vozarrón rompió el silencio nocturno como un martillazo.
—¿¡Qué demonios pasa aquí!?
Uno de los chuunin del puesto de guardia, seguramente al ver que aquel chico reiteraba sus ataques contra un ninja de la Aldea, había abandonado por momentos su puesto y en apenas un parpadeo se encontraba allí, junto a Akame. Era alto y bastante fornido, con el chaleco reglamentario del Remolino bien ceñido en sus abultados hombros y pectorales. En la oscuridad sus facciones no eran perfectamente distinguibles, pero aun así Akame pudo discernir un rostro joven pero curtido. Sus ojos, marrones y avellanados, taladraron primero al Uchiha y luego al civil.
—Gennin-kun, ¿puedes explicarme qué está sucediendo?
El interpelado hizo una leve reverencia y, sin apartar la mirada de aquel chico, habló.
—Chuunin-dono, me dirigía a casa cuando vi a este muchacho aquí solo. Me preocupó que un civil de su edad estuviese deambulando en solitario a estas horas de la noche y me acerqué a comprobar si todo iba bien —mientras relataba lo sucedido, Akame no perdía ni por un segundo aquella sonrisa calma que parecía sacar de quicio al chico—. Sin previo aviso, este civil me atacó, tratando de golpearme en la cabeza con la piedra que tiene ahora mismo en la mano.
El chuunin guardó silencio un momento y, complacido con la explicación, se giró hacia el pequeño muchacho.
—Te he visto con mis propios ojos intentando golpear a este shinobi, chico —su voz sonaba de todo menos amistosa—. Dos veces. ¿Cómo te llamas? —preguntó, mientras sacaba una pequeña libreta de uno de los bolsillos de su chaleco militar.
«Por todos los dioses que es tozudo, ¿¡qué le pasa a este chico!?»
El gennin ya se estaba planteando contestar a las suicidas ofensivas del muchachito cuando un vozarrón rompió el silencio nocturno como un martillazo.
—¿¡Qué demonios pasa aquí!?
Uno de los chuunin del puesto de guardia, seguramente al ver que aquel chico reiteraba sus ataques contra un ninja de la Aldea, había abandonado por momentos su puesto y en apenas un parpadeo se encontraba allí, junto a Akame. Era alto y bastante fornido, con el chaleco reglamentario del Remolino bien ceñido en sus abultados hombros y pectorales. En la oscuridad sus facciones no eran perfectamente distinguibles, pero aun así Akame pudo discernir un rostro joven pero curtido. Sus ojos, marrones y avellanados, taladraron primero al Uchiha y luego al civil.
—Gennin-kun, ¿puedes explicarme qué está sucediendo?
El interpelado hizo una leve reverencia y, sin apartar la mirada de aquel chico, habló.
—Chuunin-dono, me dirigía a casa cuando vi a este muchacho aquí solo. Me preocupó que un civil de su edad estuviese deambulando en solitario a estas horas de la noche y me acerqué a comprobar si todo iba bien —mientras relataba lo sucedido, Akame no perdía ni por un segundo aquella sonrisa calma que parecía sacar de quicio al chico—. Sin previo aviso, este civil me atacó, tratando de golpearme en la cabeza con la piedra que tiene ahora mismo en la mano.
El chuunin guardó silencio un momento y, complacido con la explicación, se giró hacia el pequeño muchacho.
—Te he visto con mis propios ojos intentando golpear a este shinobi, chico —su voz sonaba de todo menos amistosa—. Dos veces. ¿Cómo te llamas? —preguntó, mientras sacaba una pequeña libreta de uno de los bolsillos de su chaleco militar.