9/02/2017, 22:10
(Última modificación: 9/02/2017, 22:11 por Uchiha Akame.)
Haskoz estaba allí, quieto como una estatua. Desde que el humo de las técnicas ígneas se hubiese disipado, aquel chico de pelo albino no se había movido ni un milímetro. Parecía congelado, con la mirada ausente fija en su rival, Akame. ¿Reflexionaba sobre el combate? ¿O simplemente le había alcanzado alguna esquirla de roca que había saltado tras la explosión, y ahora estaba en estado vegetativo? El Uchiha no se movió de forma más apremiante incluso aunque aquella posibilidad fuese real. Creía que Haskoz era inmortal. Y tenía muy buenas razones para hacerlo.
Sólo cuando Akame le congratuló con una pequeña inclinación de cabeza el muchacho pareció volver al mundo real, como si la voz del Uchiha hubiera sido suficiente para animar la estatua en la que se había convertido Haskoz. Apenas dijo cuatro palabras, pero en su tono se hizo evidente la profunda decepción que invadía al albino. Akame ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse por qué.
—Eres bueno. Mejor de lo que creía.
El de Tanzaku no pudo evitar ensanchar su sonrisa, y cuando sus ojos volvieron a la normalidad, habló.
—Gracias, Haskoz-kun —admitió, ligeramente ruborizado. Era la primera vez en toda su vida que alguien le hacía un cumplido, y no tenía ni idea de cómo debía responder—. Tu chakra es poderoso —añadió luego, atropelladamente, como si quisiera equilibrar una balanza imaginaria—. Seguro que si entrenas duro mejorarás muy rápidamente.
Después de aquello, Haskoz masculló una despedida atropellada. Akame parpadeó un par de veces con gesto sorprendido; «¿Se habrá enfadado conmigo?». Él nunca había tenido demasiado en consideración lo que sus compañeros de Aldea pensaran, pero después de haber compartido chistes, charlas y un buen combate con Haskoz... La idea de que su pariente lejano no le tuviese en buena estima le resultaba sorprendentemente incómoda.
—E... ¡Espera, Haskoz-kun! —le llamó, agitando una mano—. Creo que yo también voy a dejarlo por hoy, ¿qué te parece si te ayudo a reparar esa ventana?
Sólo cuando Akame le congratuló con una pequeña inclinación de cabeza el muchacho pareció volver al mundo real, como si la voz del Uchiha hubiera sido suficiente para animar la estatua en la que se había convertido Haskoz. Apenas dijo cuatro palabras, pero en su tono se hizo evidente la profunda decepción que invadía al albino. Akame ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse por qué.
—Eres bueno. Mejor de lo que creía.
El de Tanzaku no pudo evitar ensanchar su sonrisa, y cuando sus ojos volvieron a la normalidad, habló.
—Gracias, Haskoz-kun —admitió, ligeramente ruborizado. Era la primera vez en toda su vida que alguien le hacía un cumplido, y no tenía ni idea de cómo debía responder—. Tu chakra es poderoso —añadió luego, atropelladamente, como si quisiera equilibrar una balanza imaginaria—. Seguro que si entrenas duro mejorarás muy rápidamente.
Después de aquello, Haskoz masculló una despedida atropellada. Akame parpadeó un par de veces con gesto sorprendido; «¿Se habrá enfadado conmigo?». Él nunca había tenido demasiado en consideración lo que sus compañeros de Aldea pensaran, pero después de haber compartido chistes, charlas y un buen combate con Haskoz... La idea de que su pariente lejano no le tuviese en buena estima le resultaba sorprendentemente incómoda.
—E... ¡Espera, Haskoz-kun! —le llamó, agitando una mano—. Creo que yo también voy a dejarlo por hoy, ¿qué te parece si te ayudo a reparar esa ventana?