11/02/2017, 16:24
(Última modificación: 11/02/2017, 17:11 por Himura Ren.)
Ya era la tercera vez, tal vez la cuarta. Seguramente muchas más, pero tampoco es que Len pudiera quejarse. Nanashi se había vuelto a quedar sin las especias para su té favorito, y como era habitual, se las apaño para engatusar a un conocido para que fuera a por ellas, y esta vez le tocó a Len. A menudo pensaba que el vago y alcohólico espadachín que le instruía se aprovechaba demasiado de él, y que no le salía rentable aguantarle, pero total, tampoco tenia ningún otro sitio donde caerse muerto; y cada vez que entrenaban, daba pasos agigantados, por lo que se limitó a ir a por sus queridas hierbas.
Estas eran vendidas muy a menudo en un pequeño pueblo que vivía principalmente del comercio en un inmenso bosque de bambú, en el país del bosque. Su precio era casi ridículo en esta zona, ya que en dicho país muchas cosas no abundaban, pero si se trataba de vegetación... Momentos antes de salir de su casa, Nanashi le insistió bastante en el hecho de que pasara desapercibido.
— Ah claro, no quieres que la gente sepa que eres una especie de adicto a las hierbas. ¿No? — Afirmó con total libertad sonriente, para después recibir un golpe de pleno en la cabeza por parte de su maestro.
— ¡Idiota! ¡Es por la cercanía a la aldea principal! ¡Te podrías meter en problemas si ven que eres de otro lugar!
— ¿¡Pues si tan peligroso es porque demonios no vas tú!?
— Yo... He quedado, tengo una cita con una monada de cabellos plateados — Contestó con cierto tono de perversión, haciendo que Len tuviera a un peor impresión de él a la que ya tenia anteriormente.
— Y aquí estamos ahora, un par de días después junto a horas de viaje agotadoras, para conseguir las asquerosas hierbas del drogadicto de mi maestro. — Farfullaba por lo bajo mientras seguía rumbo a su destino, llevaba una gran capa de viaje de color oscuro, ligeramente azulada y con la capucha puesta.
Alzó la cabeza un rato, intentando observar el cielo entre los altos palos de bambú. Las grisáceas nubes amenazaban con recrear el clima de su villa natal, por lo que pensaba que no le sería muy molesto, ya que sería como moverse en casa. Al avanzar varios metros, tropezó dando varios pasos torpes a consecuencia de ello, para después girarse malhumorado.
— ¿Pero qué cojo...? — Había varios tocones de bambú rotos por el suelo, además de telas rasgadas y alguna que otra cosa más, como vasijas rotas y trozos de madera, que podían pertenecer a cajas. La tierra del suelo estaba toda revuelta y las pertenencias desperdigadas por todos lados. Se arrodilló levemente para mirar entre las telas por si encontraba algo de valor.
Tenía un sólido código moral, pero no iba a dejar desperdiciar la ocasión de ganar dinero fácil.
Estas eran vendidas muy a menudo en un pequeño pueblo que vivía principalmente del comercio en un inmenso bosque de bambú, en el país del bosque. Su precio era casi ridículo en esta zona, ya que en dicho país muchas cosas no abundaban, pero si se trataba de vegetación... Momentos antes de salir de su casa, Nanashi le insistió bastante en el hecho de que pasara desapercibido.
— Ah claro, no quieres que la gente sepa que eres una especie de adicto a las hierbas. ¿No? — Afirmó con total libertad sonriente, para después recibir un golpe de pleno en la cabeza por parte de su maestro.
— ¡Idiota! ¡Es por la cercanía a la aldea principal! ¡Te podrías meter en problemas si ven que eres de otro lugar!
— ¿¡Pues si tan peligroso es porque demonios no vas tú!?
— Yo... He quedado, tengo una cita con una monada de cabellos plateados — Contestó con cierto tono de perversión, haciendo que Len tuviera a un peor impresión de él a la que ya tenia anteriormente.
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— Y aquí estamos ahora, un par de días después junto a horas de viaje agotadoras, para conseguir las asquerosas hierbas del drogadicto de mi maestro. — Farfullaba por lo bajo mientras seguía rumbo a su destino, llevaba una gran capa de viaje de color oscuro, ligeramente azulada y con la capucha puesta.
Alzó la cabeza un rato, intentando observar el cielo entre los altos palos de bambú. Las grisáceas nubes amenazaban con recrear el clima de su villa natal, por lo que pensaba que no le sería muy molesto, ya que sería como moverse en casa. Al avanzar varios metros, tropezó dando varios pasos torpes a consecuencia de ello, para después girarse malhumorado.
— ¿Pero qué cojo...? — Había varios tocones de bambú rotos por el suelo, además de telas rasgadas y alguna que otra cosa más, como vasijas rotas y trozos de madera, que podían pertenecer a cajas. La tierra del suelo estaba toda revuelta y las pertenencias desperdigadas por todos lados. Se arrodilló levemente para mirar entre las telas por si encontraba algo de valor.
Tenía un sólido código moral, pero no iba a dejar desperdiciar la ocasión de ganar dinero fácil.