11/02/2017, 16:19
(Última modificación: 11/02/2017, 16:20 por Uchiha Akame.)
El forzudo chuunin tomó el formulario que le extendía Karamaru con gesto distraído. Parecía que hubiese hecho aquello cientos de veces; aunque no era del todo así. Uzushiogakure no Sato se jactaba de ser una Aldea tranquila y con pocos problemas, pero aun así, siempre había miembros díscolos de su sociedad que necesitaban un poco de mano dura. Para la gente que se salía de los márgenes de la ley los ninjas del Remolino tenían una serie de protocolos, cada uno diseñado para una situación concreta. En el caso de aquel niño, por mucho que hubiese intentado agredir a un shinobi de la Aldea, su condición de infante y la tentativa tan pobre rebajaban considerablemente la sanción.
Y Hida lo sabía. De hecho, para él era toda una molestia el haber tenido que dejar su cómodo puesto de guardia a las puertas de la ciudad para detener al jovencito agresor. «¿No se podía haber encargado ese jodido gennin? Me cago en todo, hoy día ya no los entrenan como antes. En mis tiempos a este niñato le hubiera caído una buena paliza extraoficial».
Pero allí estaba él. Sarutobi Hida, chuunin veterano, uno de los mejores de su promoción. Haciendo de niñera. Resignado, revisó el formulario con sus ojos avellanados y duros. Luego se pasó una mano por la barba, negra como su cabello corto y áspero, que se acababa de recortar esa misma noche para dejarse apenas perilla y bigote.
—¿Habaki Karamaru? Vaya, pensaba que te llamabas Qué Te Importa —masculló, lanzando una mirada provocativa al muchacho—. Hum, ya veo, así que tus padres... Vaya, te compadezco, muchacho —y en verdad lo hacía—. ¿Hay algún adulto a tu cargo al que podamos contactar? Y, lo más importante, ¿vas a contarme qué demonios estabas haciendo?