12/02/2017, 05:01
(Última modificación: 6/09/2017, 10:33 por Amedama Daruu.)
Era las seis y media de la mañana cuando sonó la alarma que había dejado activada la noche anterior. La kunoichi remoloneó un poco antes de levantarse de la cama mientras aun sonaba la alarma y fue cuando estiró el brazo para desactivarla de una buena vez mientras aun se desperezaba.
Para las siete y media la chica ya estaba duchada, desayunada y lista para presentarse a la Arashikage, hacia muy poco que se había graduado de la academia y como debía ser, tenia que tomar misiones y de esa manera no solo ayudar a la economía de la villa, sino, a la suya propia también.
Se despidió cálidamente de su familia y corrió hacia el perchero que se encontraba justo al lado derecho de la puerta que daba a la calle, tomo su capa marrón oscuro y salió fuera de su casa.
Afuera llovía, como era usual en el país de la tormenta, y las calles estaban repletas de charcos de agua por doquier. A la kunoichi se la notaba entusiasmada, sobretodo por como corría por las calles esquivando charcos de agua a saltos sin detenerse solo cuando ya había llegado al edificio de la Arashikage y solo porque quería secarse la suela del calzado en el felpudo de entrada.
Había algo de gente reunida, pero al parecer solo eran civiles, quizá algunos contratantes, La chica fue esquivando personas caminando con tranquilidad dirigiéndose hacia la puerta del ascensor que la llevaría a la oficina de la Kage. Mientras subía los pisos en aquella máquina se le pegó aquella musiquita que adornaba sonoramente la subida, al punto que unos pisos antes de llegar a destino ya la iba tarareando.
Estaba frente a la puerta de la señora Arashikage, trago saliva y junto valor para dar tres golpecitos a la puerta para luego esperar el permiso de la Kage o de quien este encargado de entregar las misiones a quienes venían a solicitarlas.
Para las siete y media la chica ya estaba duchada, desayunada y lista para presentarse a la Arashikage, hacia muy poco que se había graduado de la academia y como debía ser, tenia que tomar misiones y de esa manera no solo ayudar a la economía de la villa, sino, a la suya propia también.
Se despidió cálidamente de su familia y corrió hacia el perchero que se encontraba justo al lado derecho de la puerta que daba a la calle, tomo su capa marrón oscuro y salió fuera de su casa.
Afuera llovía, como era usual en el país de la tormenta, y las calles estaban repletas de charcos de agua por doquier. A la kunoichi se la notaba entusiasmada, sobretodo por como corría por las calles esquivando charcos de agua a saltos sin detenerse solo cuando ya había llegado al edificio de la Arashikage y solo porque quería secarse la suela del calzado en el felpudo de entrada.
Había algo de gente reunida, pero al parecer solo eran civiles, quizá algunos contratantes, La chica fue esquivando personas caminando con tranquilidad dirigiéndose hacia la puerta del ascensor que la llevaría a la oficina de la Kage. Mientras subía los pisos en aquella máquina se le pegó aquella musiquita que adornaba sonoramente la subida, al punto que unos pisos antes de llegar a destino ya la iba tarareando.
Estaba frente a la puerta de la señora Arashikage, trago saliva y junto valor para dar tres golpecitos a la puerta para luego esperar el permiso de la Kage o de quien este encargado de entregar las misiones a quienes venían a solicitarlas.
Hablo - Pienso - Telepatía