13/02/2017, 16:28
La temperatura era demasiado cálida, a pesar de estar a punto de anochecer el sol golpeaba en la cara de todos los transeúntes de aquella calle y probablemente de aquella gran ciudad, a no ser que fueras algo cauto y fueras buscando los pequeños recovecos en los que daba una sombra que, a pesar de no aliviar el calor, ayudaba a aguantar en la calle un rato más, y Riko era una de estas personas, que prefería esperar unos minutos alejado del poder del astro rey antes de continuar su camino.
Había llegado a Inaka esa misma mañana, a los primeros rayos del sol. Su tía Akiko le había pedido compañía para hacer el viaje, aunque sospechaba que solo le quería para el viaje de ida y vuelta, pues en cuanto hubieron reservado la habitación de uno de los hoteles de la ciudad, la mujer le dio algo de dinero y le dio total libertad para dar una vuelta por la urbe, aunque le había puesto una hora de llegada, al menos, para aparentar tener un poco de control.
Joder, qué calor, debería buscar un lugar para pasar el tiempo.
El turismo no era la actividad preferida del peliblanco, al menos no el turismo convencional, lo suyo era más el turismo gastronómico, en el que se dedicaba a probar un par de platos de cada ciudad que visitaba, que, hasta el momento, eran más bien pocas, así que tenía que ponerse las pilas.
El muchacho rápidamente buscó un lugar en el que poder tomar algo, aunque fuera un vaso de agua con el que apaciguar la sed que tenía, y, en cuanto tuvo un bar localizado se dirigió hacia él. Un pequeño bar con la fachada de color blanco, como el resto de los edificios de la ciudad, para proteger el interior del calor, y una puerta de madera clara, que parecía estar algo gastada. Sin pensárselo dos veces, el joven echó mano al pomo de la puerta y la abrió, dejando el interior a la vista: unas cuantas de mesas de madera con sus correspondientes sillas, una diana en la que probar puntería, una mesa de billar en el centro de local y, en el lado derecho del establecimiento, una barra tras la cual se encontraba una joven camarera, de pelos rubios, y hacia allí es a donde se dirigió el joven de Uzu, sentándose en una de las sillas esperando que la chica le atendiera.
Había llegado a Inaka esa misma mañana, a los primeros rayos del sol. Su tía Akiko le había pedido compañía para hacer el viaje, aunque sospechaba que solo le quería para el viaje de ida y vuelta, pues en cuanto hubieron reservado la habitación de uno de los hoteles de la ciudad, la mujer le dio algo de dinero y le dio total libertad para dar una vuelta por la urbe, aunque le había puesto una hora de llegada, al menos, para aparentar tener un poco de control.
Joder, qué calor, debería buscar un lugar para pasar el tiempo.
El turismo no era la actividad preferida del peliblanco, al menos no el turismo convencional, lo suyo era más el turismo gastronómico, en el que se dedicaba a probar un par de platos de cada ciudad que visitaba, que, hasta el momento, eran más bien pocas, así que tenía que ponerse las pilas.
El muchacho rápidamente buscó un lugar en el que poder tomar algo, aunque fuera un vaso de agua con el que apaciguar la sed que tenía, y, en cuanto tuvo un bar localizado se dirigió hacia él. Un pequeño bar con la fachada de color blanco, como el resto de los edificios de la ciudad, para proteger el interior del calor, y una puerta de madera clara, que parecía estar algo gastada. Sin pensárselo dos veces, el joven echó mano al pomo de la puerta y la abrió, dejando el interior a la vista: unas cuantas de mesas de madera con sus correspondientes sillas, una diana en la que probar puntería, una mesa de billar en el centro de local y, en el lado derecho del establecimiento, una barra tras la cual se encontraba una joven camarera, de pelos rubios, y hacia allí es a donde se dirigió el joven de Uzu, sentándose en una de las sillas esperando que la chica le atendiera.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»