16/02/2017, 22:06
Karamaru rechazó el pañuelo. Incluso allí, a merced de otros, abatido y desprovisto, lograba sacar garra para aferrarse a sus convicciones aunque fuese con la punta de los dedos. Hida tuvo que contener una sonrisa torcida; «tiene agallas, el muy vándalo...».
El chuunin se irguió en toda su estatura, guardándose el pañuelo de nuevo en su chaqueta militar. Sus ojos avellanados no se apartaron ni un momento de Karamaru cuando éste replicó con tristeza. Hida no supo muy bien qué contestar.
—Eso ya no tiene arreglo —soltó de repente. Casi se arrepintió de haberlo hecho, pero él era Sarutobi Hida. Su fuego interno ardía con fuerza pidiéndole simplemente despachar al muchacho como un delincuente menor de edad y volver a su tranquilo puesto de guardia. No se había alistado para hacer de niñero; ni mucho menos de psicólogo.
Abrió la boca a medias para decir algo, la volvió a cerrar y suspiró con abatimiento.
—Te diré lo que haremos. Ahora te vas a ir a casa, no más problemas por esta noche —aseveró, firme como una roca—. Ven a las puertas de la Aldea mañana temprano.
El chuunin se irguió en toda su estatura, guardándose el pañuelo de nuevo en su chaqueta militar. Sus ojos avellanados no se apartaron ni un momento de Karamaru cuando éste replicó con tristeza. Hida no supo muy bien qué contestar.
—Eso ya no tiene arreglo —soltó de repente. Casi se arrepintió de haberlo hecho, pero él era Sarutobi Hida. Su fuego interno ardía con fuerza pidiéndole simplemente despachar al muchacho como un delincuente menor de edad y volver a su tranquilo puesto de guardia. No se había alistado para hacer de niñero; ni mucho menos de psicólogo.
Abrió la boca a medias para decir algo, la volvió a cerrar y suspiró con abatimiento.
—Te diré lo que haremos. Ahora te vas a ir a casa, no más problemas por esta noche —aseveró, firme como una roca—. Ven a las puertas de la Aldea mañana temprano.