17/02/2017, 23:10
Uchiha Reiji fue el primero en llegar a las cercanías del edificio de la Arashikage, por razones que para él —y sólo para él—, eran más que obvias. No cualquiera puede transformarse en un pájaro, y sobrevolar la aldea; evitándose el abultado tráfico de transeúntes que normalmente surcaban las calles de la aldea durante las mañanas.
Sólo él podía hacerlo, gracias a su mística máscara.
Una máscara que, sin embargo, no retiró de su rostro al ingresar a las instalaciones del edificio. Y aunque aparentemente nadie se había percatado de la metamorfosis que invadió su cuerpo al cambiar a su estado humano, era evidente que tan llamativo adorno iba a llamar la atención. Muchos voltearon a verle, otros lo dejaron pasar desapercibido.
La vieja que se encontraba postrada detrás del escritorio principal, sin embargo; frunció el ceño ante la intervención del muchacho. Le miró por el rabillo del ojo y exclamó:
—Antes que nada, debo pedirte que te retires la máscara. No es cortés conversar con alguien teniendo esa cosa puesta, ¿no crees? —dijo, todo mientras rebuscaba con la agilidad de un experimentado recepcionista la ficha de identificación que tuviera el nombre del más reciente invitado. Cuando la hubo encontrado, prosiguió: —. déjame echarle un ojo a tu ficha, Uchiha Reiji.
Ella conservó el silencio durante unos cuantos segundos, cerciorándose de la información. Y para cuando alzó la vista, no observaría a Reiji directamente, sino que, por el contrario; daría un vistazo a su alrededor. Como si tratase de encontrar a alguien más.
—Bien. En efecto, has sido convocado para una misión, pero no la realizarás tú solo. Se te ha asignado un equipo y ninguno de ellos ha llegado aún. ¿Te importaría esperar a que hicieran acto de presencia, a fin de daros las indicaciones a todos juntos, y no tener que volver a repetirme? —sentenció.
Kagetsuna estuvo apunto de llegar, cuando vio pasar sobre suyo a una especie de cuervo. Negro, oscuro como la mismísima noche, volando con naturalidad entre las gotas de lluvia.
Cualquiera habría esperado que éste se perdiera de nuevo entre los altísimos rascacielos que adornaban las calles de Amegakure, pero por extraño que pareciera; el animal continuó su vuelo en descenso y dejó que sus patas, finalmente, tocaran el suelo. Isa Kagetsuna pudo ver en primera fila —junto a Kaido, quien, un par de metros más atrás, también llevaba el mismo camino que el tuerto—; como el pájaro se convirtió de pronto en un humano. Aquel cambio, tan súbito y sorpresivo, tomó el tiempo suficiente como para que los cautivos espectadores no dudaran de lo que habían visto.
El escualo, ya más cercano a Kagetsuna, tuvo que compartir sus impresiones.
—O-S-T-I-A P-U-T-A —exclamó, con la boca abierta—. dime que has visto lo que yo: ¿o es que estoy alucinando?
Sólo él podía hacerlo, gracias a su mística máscara.
Una máscara que, sin embargo, no retiró de su rostro al ingresar a las instalaciones del edificio. Y aunque aparentemente nadie se había percatado de la metamorfosis que invadió su cuerpo al cambiar a su estado humano, era evidente que tan llamativo adorno iba a llamar la atención. Muchos voltearon a verle, otros lo dejaron pasar desapercibido.
La vieja que se encontraba postrada detrás del escritorio principal, sin embargo; frunció el ceño ante la intervención del muchacho. Le miró por el rabillo del ojo y exclamó:
—Antes que nada, debo pedirte que te retires la máscara. No es cortés conversar con alguien teniendo esa cosa puesta, ¿no crees? —dijo, todo mientras rebuscaba con la agilidad de un experimentado recepcionista la ficha de identificación que tuviera el nombre del más reciente invitado. Cuando la hubo encontrado, prosiguió: —. déjame echarle un ojo a tu ficha, Uchiha Reiji.
Ella conservó el silencio durante unos cuantos segundos, cerciorándose de la información. Y para cuando alzó la vista, no observaría a Reiji directamente, sino que, por el contrario; daría un vistazo a su alrededor. Como si tratase de encontrar a alguien más.
—Bien. En efecto, has sido convocado para una misión, pero no la realizarás tú solo. Se te ha asignado un equipo y ninguno de ellos ha llegado aún. ¿Te importaría esperar a que hicieran acto de presencia, a fin de daros las indicaciones a todos juntos, y no tener que volver a repetirme? —sentenció.
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Kagetsuna estuvo apunto de llegar, cuando vio pasar sobre suyo a una especie de cuervo. Negro, oscuro como la mismísima noche, volando con naturalidad entre las gotas de lluvia.
Cualquiera habría esperado que éste se perdiera de nuevo entre los altísimos rascacielos que adornaban las calles de Amegakure, pero por extraño que pareciera; el animal continuó su vuelo en descenso y dejó que sus patas, finalmente, tocaran el suelo. Isa Kagetsuna pudo ver en primera fila —junto a Kaido, quien, un par de metros más atrás, también llevaba el mismo camino que el tuerto—; como el pájaro se convirtió de pronto en un humano. Aquel cambio, tan súbito y sorpresivo, tomó el tiempo suficiente como para que los cautivos espectadores no dudaran de lo que habían visto.
El escualo, ya más cercano a Kagetsuna, tuvo que compartir sus impresiones.
—O-S-T-I-A P-U-T-A —exclamó, con la boca abierta—. dime que has visto lo que yo: ¿o es que estoy alucinando?