12/06/2015, 22:26
Se podía percibir como una furia latente abrazaba al hombre en cuestión, todo después de que Juro se negara a permitirle maniobrar el libro. Frunció el ceño y su pálida piel se coloró como si fuese un tomate, aunque era evidente que su enojo no representaba ningún peligro. Después de todo, su menuda figura distaba demasiado del físico de alguien fuerte y la ropa que llevaba encima no era precisamente la más apropiada para entablar una batalla.
El hombre alejó sus manos y las colocó detrás de la espalda. Pasó también de la recomendación del muchacho, aunque Kota no pudo evitar soltar una risilla inocente al percatarse de que la portada del libro que señalaba Juro era sin duda una imagen para mayores.
—No juzgo por la portada, chiquillo insolente... sucede que no tienes remota idea de lo que tus manos están sosteniendo ahora mismo. ¿Ves ese sello? —señaló—. pertenece a una de las grandes dinastías de las antiguas tierras del viento que hacía vida aquellos tiempos cuando la gran aldea de la arena se alzaba imponente sobre sus dunas. Es un libro de reino y por esa condición, además de la cantidad de años desde que fue escrito; le da un valor único e inigualable.
Kota desconfiaba, pero la seriedad con la que lo decía el hombre le obligaba a creer que decía la verdad. Así que miró a Juro, confundido; y un tanto arrepentido por haberle regalado semejante ejemplar. No había forma educada de pedirlo de vuelta.
—Pues parece que te he regalado un tesoro, Juro... ¿qué harás con él?
El hombre alejó sus manos y las colocó detrás de la espalda. Pasó también de la recomendación del muchacho, aunque Kota no pudo evitar soltar una risilla inocente al percatarse de que la portada del libro que señalaba Juro era sin duda una imagen para mayores.
—No juzgo por la portada, chiquillo insolente... sucede que no tienes remota idea de lo que tus manos están sosteniendo ahora mismo. ¿Ves ese sello? —señaló—. pertenece a una de las grandes dinastías de las antiguas tierras del viento que hacía vida aquellos tiempos cuando la gran aldea de la arena se alzaba imponente sobre sus dunas. Es un libro de reino y por esa condición, además de la cantidad de años desde que fue escrito; le da un valor único e inigualable.
Kota desconfiaba, pero la seriedad con la que lo decía el hombre le obligaba a creer que decía la verdad. Así que miró a Juro, confundido; y un tanto arrepentido por haberle regalado semejante ejemplar. No había forma educada de pedirlo de vuelta.
—Pues parece que te he regalado un tesoro, Juro... ¿qué harás con él?