28/02/2017, 06:55
—Vine para una misión, no para una audición de fenómenos.
Kaido volteó lentamente para presenciar quién había osado a decir tal tontería. Entonces se encontró con la sorpresa de que el tuerto con el que se encontró afuera, era uno de sus jodidos compañeros de equipo. Su bestia interior se debatió en una acalorada indecisión sobre si arrancarle la cabeza de una sola vez, o por el contrario; contener su rabia, puesto que de mucho no le serviría un compañero si no tenía un cerebro sobre sus hombros.
Para su suerte, quien parecía ser el último integrante —quien parecía lucir una curiosa máscara con un detallado bastante exótico, por no decir otra cosa—. estuvo de su lado. Y lo demostró con su desinteresado ofrecimiento a hacer del tuerto un rompecabezas viviente.
—Oye tiburón—cuando éste le llamó, el escualo volteó a verle y se encontró, sin más, con la transformación del chico en una especie de lobo. De pelo gris, con las fauces afiladas y listas para devorar lo que tuviera en frente—. ¿Que te parece si tu le arrancas los brazos y yo le arranco las piernas?
El gyojin tardó, por lo menos, un par de segundos en recobrar la compostura. Sacudió la cabeza e intentó dejar lo de la metamorfosis para después, y lidiar de una vez por todas con el hijo de puta que se había atrevido a llamarle fenómeno.
—Que sea un sólo brazo, y una sola pierna. Así le emparejamos todo con el único ojo que tiene, para que no desentone.
Allí pues, Kaido arremetió descaradamente hacia la posición de Kagetsuna. La vieja que había atendido a Reiji no pudo hacer nada más que observar el avance, consternada, y sin nadie cerca que pudiese ayudar, sólo le quedaba esperar lo peor.
Pero antes de que el escualo pudiera llegar a siquiera tocar uno de los cabellos púrpura del tuerto, el imperceptible movimiento de algo —o alguien—. dejó en medio de ambos una estela de polvo y humo que se disiparía poco después de que el cuerpo de Kaido se viera detenido en súbito. Cuando los ojos inexperimentados de los tres genin pudieron fijar mirada, pudieron comprobar que un hombre de prominente altura (aunque levemente flacuchento) era el que sostenía el brazo de Gyojin.
Se trataba de un tipo caucásico, que vestía la típica ropa de un jönin, incluyendo el chaleco. No obstante, la mayor parte de ambos brazos se encontraban al descubierto, sobre los cuales se podía ver, en casi su totalidad, un gran número de tatuajes cubriendo el largo y ancho de ambas extremidades. Eran diseños elaborados, y aunque a lo rápido resultaba difícil saber de qué iban los diseños, alguno que otro daba cierta semejanza a ser especies de animales. El rostro, por el contrario, estaba totalmente limpio; aunque adornaba ambos lóbulos de las orejas con dos argollas negras. De nariz respingada, y ojos negros, así como también un peinado al estilo samurai que llevaba atado con lo que parecía ser una especie de pincel.
—Scht, scht, scht —bufó, chupándose los dientes—. bien se me dijo que vosotros tres me ibais a dar muchos problemas, pero quién creería que empezaríais incluso antes de siquiera conoceros las jodidas caras.
El desconocido soltó al tiburón y le dio un pequeño empujón, a lo que él reaccionó con mala cara. Entonces miró con incredulidad a sus compañeros, sin decir una palabra. ¿Quién diablos era este tipo?
Kaido volteó lentamente para presenciar quién había osado a decir tal tontería. Entonces se encontró con la sorpresa de que el tuerto con el que se encontró afuera, era uno de sus jodidos compañeros de equipo. Su bestia interior se debatió en una acalorada indecisión sobre si arrancarle la cabeza de una sola vez, o por el contrario; contener su rabia, puesto que de mucho no le serviría un compañero si no tenía un cerebro sobre sus hombros.
Para su suerte, quien parecía ser el último integrante —quien parecía lucir una curiosa máscara con un detallado bastante exótico, por no decir otra cosa—. estuvo de su lado. Y lo demostró con su desinteresado ofrecimiento a hacer del tuerto un rompecabezas viviente.
—Oye tiburón—cuando éste le llamó, el escualo volteó a verle y se encontró, sin más, con la transformación del chico en una especie de lobo. De pelo gris, con las fauces afiladas y listas para devorar lo que tuviera en frente—. ¿Que te parece si tu le arrancas los brazos y yo le arranco las piernas?
El gyojin tardó, por lo menos, un par de segundos en recobrar la compostura. Sacudió la cabeza e intentó dejar lo de la metamorfosis para después, y lidiar de una vez por todas con el hijo de puta que se había atrevido a llamarle fenómeno.
—Que sea un sólo brazo, y una sola pierna. Así le emparejamos todo con el único ojo que tiene, para que no desentone.
Allí pues, Kaido arremetió descaradamente hacia la posición de Kagetsuna. La vieja que había atendido a Reiji no pudo hacer nada más que observar el avance, consternada, y sin nadie cerca que pudiese ayudar, sólo le quedaba esperar lo peor.
Pero antes de que el escualo pudiera llegar a siquiera tocar uno de los cabellos púrpura del tuerto, el imperceptible movimiento de algo —o alguien—. dejó en medio de ambos una estela de polvo y humo que se disiparía poco después de que el cuerpo de Kaido se viera detenido en súbito. Cuando los ojos inexperimentados de los tres genin pudieron fijar mirada, pudieron comprobar que un hombre de prominente altura (aunque levemente flacuchento) era el que sostenía el brazo de Gyojin.
Se trataba de un tipo caucásico, que vestía la típica ropa de un jönin, incluyendo el chaleco. No obstante, la mayor parte de ambos brazos se encontraban al descubierto, sobre los cuales se podía ver, en casi su totalidad, un gran número de tatuajes cubriendo el largo y ancho de ambas extremidades. Eran diseños elaborados, y aunque a lo rápido resultaba difícil saber de qué iban los diseños, alguno que otro daba cierta semejanza a ser especies de animales. El rostro, por el contrario, estaba totalmente limpio; aunque adornaba ambos lóbulos de las orejas con dos argollas negras. De nariz respingada, y ojos negros, así como también un peinado al estilo samurai que llevaba atado con lo que parecía ser una especie de pincel.
—Scht, scht, scht —bufó, chupándose los dientes—. bien se me dijo que vosotros tres me ibais a dar muchos problemas, pero quién creería que empezaríais incluso antes de siquiera conoceros las jodidas caras.
El desconocido soltó al tiburón y le dio un pequeño empujón, a lo que él reaccionó con mala cara. Entonces miró con incredulidad a sus compañeros, sin decir una palabra. ¿Quién diablos era este tipo?