12/03/2017, 22:18
Akame había estado callado la mayor parte del camino de vuelta a la Aldea Oculta del Remolino. No sólo porque sus habilidades sociales no fuesen las mejores de todo Uzu no Kuni, si no porque sentía que si abría mucho la boca podría vomitar toda la rabia que acumulaba en sus entrañas. Los recientes sucesos en Ushi le habían abierto la mente a base de palos; primero, Amedama Daruu. Un gennin de la Lluvia que se había escapado de tres ninjas de Uzu, entre ellos un chuunin. Segundo, el chuunin. El shinobi más despreciable, incompetente y patético que Akame había visto en su corta vida. No sólo aquel tipo había demostrado ser un completo inútil, si no que además tenía la disciplina de un cardo borriquero. La prueba de ello la llevaba su compañera, Furukawa Eri, en la mejilla.
Cuando por fin divisaron las grandes puertas de Uzushiogakure, el Uchiha dejó escapar un suspiro. Durante gran parte del trayecto por las tierras del País de la Espiral, Akame había temido que aquel chuunin majara hubiera cambiado de opinión sólo para decidir que tal vez tampoco merecía la pena dejarlos a ellos dos con vida. Pero allí estaban, por fin.
—Eri-san, voy directo al Edificio del Uzukage. ¿Querrías acompañarme? —preguntó el Uchiha una vez estuvieron dentro de la Aldea—. Creo que es nuestro deber como ninjas informar inmediatamente de esta situación.
Incluso aunque ella se negase, Akame lo tenía claro. Aquel patético hombrecillo no iba a salirse con la suya. Si la Uzukage no tomaba cartas en el asunto, tal vez él mismo se encargase —en un futuro— de matarlo como al perro rabioso que era.
Cuando por fin divisaron las grandes puertas de Uzushiogakure, el Uchiha dejó escapar un suspiro. Durante gran parte del trayecto por las tierras del País de la Espiral, Akame había temido que aquel chuunin majara hubiera cambiado de opinión sólo para decidir que tal vez tampoco merecía la pena dejarlos a ellos dos con vida. Pero allí estaban, por fin.
—Eri-san, voy directo al Edificio del Uzukage. ¿Querrías acompañarme? —preguntó el Uchiha una vez estuvieron dentro de la Aldea—. Creo que es nuestro deber como ninjas informar inmediatamente de esta situación.
Incluso aunque ella se negase, Akame lo tenía claro. Aquel patético hombrecillo no iba a salirse con la suya. Si la Uzukage no tomaba cartas en el asunto, tal vez él mismo se encargase —en un futuro— de matarlo como al perro rabioso que era.