14/03/2017, 21:17
El Uchia asintió, tratando de aparentar seguridad. Le hubiera encantado decir que estaba tan convencido de su plan como quería hacer ver a Eri, pero no era cierto. La amenaza de aquel chuunin todavía pesaba en sus pensamientos, y aunque Akame tenía claro que dentro de la Aldea era imposible que aquel tipo la ejecutase —si es que no le cortaban las pelotas de inmediato—, no se sentía tan confiado como antes abandonando los límites del Remolino.
Sea como fuere, los dos gennin llegaron finalmente frente al impresionante puente que, sobrepasando las aguas bravas que rodeaban al Edificio del Uzukage, les permitía la entrada al mismo. Akame cogió aire y alzó la mirada, intentando —en vano— empaparse del temple feroz de aquellos remolinos.
«Vamos allá».
Sus dedos se aferraron al pomo de una de las hojas de la puerta, tiró con fuerza y se internó en el Edificio. Una vez allí, buscaría el mostrador de recepción para pedir hablar con Shiona. Era consciente de que podían mandarle al diablo, pero tampoco es que tuviera otro plan.
Sea como fuere, los dos gennin llegaron finalmente frente al impresionante puente que, sobrepasando las aguas bravas que rodeaban al Edificio del Uzukage, les permitía la entrada al mismo. Akame cogió aire y alzó la mirada, intentando —en vano— empaparse del temple feroz de aquellos remolinos.
«Vamos allá».
Sus dedos se aferraron al pomo de una de las hojas de la puerta, tiró con fuerza y se internó en el Edificio. Una vez allí, buscaría el mostrador de recepción para pedir hablar con Shiona. Era consciente de que podían mandarle al diablo, pero tampoco es que tuviera otro plan.