24/03/2017, 19:05
De primeras, Akame no supo si la indiferencia de su Uzukage ante el grave asunto que le estaban contando era real o fingida. Luego pasó a preguntarse, directamente, si era buena o mala —para ellos, claro está—. ¿Y si la habían ofendido de alguna retorcida e imprevisible manera? El jovencito Uchiha nunca había cruzado una sola palabra con aquella mujer, una figura imponente que llevaba el peso de toda la Aldea sobre sus centenarios hombros. Toda una leyenda, dentro y fuera de Uzushiogakure.
Y allí estaba él, un simple gennin. Hablando con ella.
Akame se sentó en una de las sillas que Shiona señaló. Le sudaban las manos. Pocas veces se había puesto tan nervioso; sentía que absolutamente nada de lo que ocurría estaba bajo su control. Y para él, eso era un sufrimiento peor que cualquier dolencia física.
Todo se disipó cuando la Uzukage empezó a hablar. Su voz llenó la cabeza de Akame de una marea de sensaciones incontrolables. Sorpresa, primero. Admiración después, al conocer el plan de Shiona y el verdadero origen de aquel misterioso "culto a la Hoja". Sincera y pura satisfacción, por último, al conocer el destino —bien merecido— que le aguardaba a aquel inútil, traicionero y patético hombrecillo.
«Espero que sufra como se merece, maldito perro sarnoso...»
No pudo controlar sus pensamientos, que se materializaron en una tímida sonrisa recorriendo su rostro. Se imaginó a sí mismo formando parte del cuerpo ANBU del Remolino, cazando a miserables como aquel tipejo de Ushi, dándoles muerte tal y como se merecían. Aquellos oscuros pensamientos parecían más un sueño que una pesadilla para él...
Eso le asustó un poco.
Volvió a la realidad cuando vio como la Uzukage ponía sobre la mesa un par de... ¿batidos de chocolate? El Uchiha quedó atónito. Pero mayor fue su sorpresa cuando Shiona les habló de una misión. Una misión relacionada con Amedama Daruu, el shinobi de Amegakure.
—Lo que usted ordene, Uzukage-sama —contestó el muchacho, bajando la mirada en señal de respeto.
Y allí estaba él, un simple gennin. Hablando con ella.
...
Akame se sentó en una de las sillas que Shiona señaló. Le sudaban las manos. Pocas veces se había puesto tan nervioso; sentía que absolutamente nada de lo que ocurría estaba bajo su control. Y para él, eso era un sufrimiento peor que cualquier dolencia física.
Todo se disipó cuando la Uzukage empezó a hablar. Su voz llenó la cabeza de Akame de una marea de sensaciones incontrolables. Sorpresa, primero. Admiración después, al conocer el plan de Shiona y el verdadero origen de aquel misterioso "culto a la Hoja". Sincera y pura satisfacción, por último, al conocer el destino —bien merecido— que le aguardaba a aquel inútil, traicionero y patético hombrecillo.
«Espero que sufra como se merece, maldito perro sarnoso...»
No pudo controlar sus pensamientos, que se materializaron en una tímida sonrisa recorriendo su rostro. Se imaginó a sí mismo formando parte del cuerpo ANBU del Remolino, cazando a miserables como aquel tipejo de Ushi, dándoles muerte tal y como se merecían. Aquellos oscuros pensamientos parecían más un sueño que una pesadilla para él...
Eso le asustó un poco.
Volvió a la realidad cuando vio como la Uzukage ponía sobre la mesa un par de... ¿batidos de chocolate? El Uchiha quedó atónito. Pero mayor fue su sorpresa cuando Shiona les habló de una misión. Una misión relacionada con Amedama Daruu, el shinobi de Amegakure.
—Lo que usted ordene, Uzukage-sama —contestó el muchacho, bajando la mirada en señal de respeto.