17/06/2015, 15:42
(Última modificación: 17/06/2015, 15:42 por Aotsuki Ayame.)
Pero aunque había tratado de adoptar una postura relajada y se había esforzado por esgrimir una sonrisa conciliadora para que la joven no se sobresaltara con su súbita presencia, nada salió como esperaba. No importaba que apenas fueran dos críos, el gesto de la joven se transformó en una auténtica mueca de terror cuando percibió su presencia detrás de ella.
—¡CUIDADO! —en un gesto inconsciente, Ayame se abalanzó hacia delante cuando la mujer cayó hacia atrás.
Las aguas del lago envolvieron rápidamente a la mujer mientras esta trataba de mantenerse a flote desesperadamente entre ruidosos chapoteos. Ayame había estado a punto de echarse al agua para rescatarla cuando Juro se le adelantó. Un sonoro chasquido le indicó que sólo había conseguido llevarse un manotazo, antes de que la damisela en apuros se alzara de nuevo por sus propios medios.
—Menos mal... —suspiró, aliviada, antes de volverse hacia su acompañante—. Juro, ¿estás bien?
Sin embargo, antes de recibir siquiera una respuesta, la rubia arrancó a gritarles. Ayame, retrocedió un paso con las manos alzadas en señal de paz.
—¡Espera, espera! Nosotros no... —comenzó a balbucear, pero se vio ahogada por una nueva tromba de alaridos. Ayame torció el gesto con incomodidad cuando la muchacha habló de que su novio era una auténtica mole y se encargaría de ellos en cuanto llegara.
«¿Es eso verdad? Pero antes sólo la hemos visto con su madre...» Sea como fuere, no quería arriesgarse a averiguarlo.
—Espera, no hemos venido con ninguna mala intención, de verdad. Nosotros... —suspiró, no les iba a quedar más remedio que ir con la verdad por delante—. Nos hemos encontrado con tu madre. Estaba preocupada por cómo estarías, pero ahora que te hemos visto así... ¿Te encuentras bien? ¿Podemos ayudarte con algo?
—¡CUIDADO! —en un gesto inconsciente, Ayame se abalanzó hacia delante cuando la mujer cayó hacia atrás.
Las aguas del lago envolvieron rápidamente a la mujer mientras esta trataba de mantenerse a flote desesperadamente entre ruidosos chapoteos. Ayame había estado a punto de echarse al agua para rescatarla cuando Juro se le adelantó. Un sonoro chasquido le indicó que sólo había conseguido llevarse un manotazo, antes de que la damisela en apuros se alzara de nuevo por sus propios medios.
—Menos mal... —suspiró, aliviada, antes de volverse hacia su acompañante—. Juro, ¿estás bien?
Sin embargo, antes de recibir siquiera una respuesta, la rubia arrancó a gritarles. Ayame, retrocedió un paso con las manos alzadas en señal de paz.
—¡Espera, espera! Nosotros no... —comenzó a balbucear, pero se vio ahogada por una nueva tromba de alaridos. Ayame torció el gesto con incomodidad cuando la muchacha habló de que su novio era una auténtica mole y se encargaría de ellos en cuanto llegara.
«¿Es eso verdad? Pero antes sólo la hemos visto con su madre...» Sea como fuere, no quería arriesgarse a averiguarlo.
—Espera, no hemos venido con ninguna mala intención, de verdad. Nosotros... —suspiró, no les iba a quedar más remedio que ir con la verdad por delante—. Nos hemos encontrado con tu madre. Estaba preocupada por cómo estarías, pero ahora que te hemos visto así... ¿Te encuentras bien? ¿Podemos ayudarte con algo?