5/04/2017, 03:28
¿Inaka?
¡¿Inaka?!
—¡Inaka, sí! —espetó, ruidoso—. hostia, puta. ¡hostia puta!
Kaido se puso eufórico. Comenzó a mirar a todos lados como si estuviese buscando a alguien, o a algo. Pero luego, en vista de que el muchacho que tenía en frente era quizás el único en el que podría confiar de buenas a primeras —aunado al hecho de que era un shinobi, aunque extranjero; pero shinobi al fin—, decidió acercarse a él y susurrarle sus preocupaciones. Aquellas que había recordado fugazmente, como cuando un sueño regresa en fragmentado en forma de pequeños destellos de recuerdos. Hasta que la historia, y su situación cobrara sentido.
—Alguien me está siguiendo, a mí y a mi gente. No sé dónde están ellos ahorita; maldición, si ni sé en dónde tengo el culo sentado ahora mismo... pero estamos en peligro. No sé quién coño eres, tío, pero invoco el pacto que mantiene a nuestras aldeas en paz y te encomiendo a ayudarme con éste embrollo, o de lo contrario tendré que rajarte la garganta, ya sabes, por lo que la gente califica como "falta de honor, y cojones".
El hozuki se levantó del asiento, menos ruidoso que antes. Ya no quería llamar más la atención, no era viable si quería dejar las sospechas lejos de él. Y en cuanto sintió que no todo el bar le estaba viendo, tomó rumbo hacia el exterior del local, esperando que el shinobi de uzu le siguiera.
Se le veía apurado. Tanto que probablemente al peliblanco le costase alcanzarle. Pero si tenía buenas intenciones, y apuraba su perezoso trasero uzureño; podría percatarse de que el tiburón había tomado dos derechas, metiéndose en un pequeño edificio raído y aparentemente abandonado.
¡¿Inaka?!
—¡Inaka, sí! —espetó, ruidoso—. hostia, puta. ¡hostia puta!
Kaido se puso eufórico. Comenzó a mirar a todos lados como si estuviese buscando a alguien, o a algo. Pero luego, en vista de que el muchacho que tenía en frente era quizás el único en el que podría confiar de buenas a primeras —aunado al hecho de que era un shinobi, aunque extranjero; pero shinobi al fin—, decidió acercarse a él y susurrarle sus preocupaciones. Aquellas que había recordado fugazmente, como cuando un sueño regresa en fragmentado en forma de pequeños destellos de recuerdos. Hasta que la historia, y su situación cobrara sentido.
—Alguien me está siguiendo, a mí y a mi gente. No sé dónde están ellos ahorita; maldición, si ni sé en dónde tengo el culo sentado ahora mismo... pero estamos en peligro. No sé quién coño eres, tío, pero invoco el pacto que mantiene a nuestras aldeas en paz y te encomiendo a ayudarme con éste embrollo, o de lo contrario tendré que rajarte la garganta, ya sabes, por lo que la gente califica como "falta de honor, y cojones".
El hozuki se levantó del asiento, menos ruidoso que antes. Ya no quería llamar más la atención, no era viable si quería dejar las sospechas lejos de él. Y en cuanto sintió que no todo el bar le estaba viendo, tomó rumbo hacia el exterior del local, esperando que el shinobi de uzu le siguiera.
Se le veía apurado. Tanto que probablemente al peliblanco le costase alcanzarle. Pero si tenía buenas intenciones, y apuraba su perezoso trasero uzureño; podría percatarse de que el tiburón había tomado dos derechas, metiéndose en un pequeño edificio raído y aparentemente abandonado.