17/06/2015, 23:37
La situación se volvía más y más tensa a cada minuto que pasaba. Como una goma que se estuviera estirando progresivamente, y de la que no podían estar seguros de cuánto aguantaría antes de romperse con un seco chasquido.
—Somos ninjas, sí. Pero ahora mismo no estamos en acto de servicio —trató de explicarse. Estaba claro que iban a tener que ir directos con la verdad, no podían andarse con chiquitas ante aquella mujer—. Tu madre sigue abajo, en el mismo lugar donde os separasteis. Te lo juro —Ayame se mordió el labio inferior. Estaba claro que aunque esgrimieran la verdad como su mejor arma, una simple promesa no demostraría nada.
Apretó ligeramente el puño derecho. Iba a volver a intervenir, pero entonces la joven sacó algo de uno de sus bolsillos.
«Oh, no...» Se trataba de un pequeño objeto carmesí de metal con forma cilíndrica. En su extremo inferior, el sol arrancó letales destellos a un peligroso filo que parecía estar manchado de... «¿Sangre? ¿Pero qué demonios ha hecho con esa cosa?» Ayame no se había fijado en que la joven parecía haber estado rebuscando en sus bolsillos hasta que había sido demasiado tarde. Craso error. La goma se estaba tensando demasiado... Retrocedió un nuevo paso, con las manos alzadas a la altura de la cabeza para mostrar que no tenía intención de empuñar sus armas ni iba con intenciones hostiles.
Con gesto lento entreabrió los dedos de la mano derecha. El caramelo se los había pegado y le costó cierto esfuerzo liberarlos de la mucilaginosa sustancia para mostrar los coloridos dulces que aún aferraba.
—Tu madre nos ha mandado a buscarte para que te diéramos estos caramelos —respondió, todo lo serena que podía mostrarse dadas las circunstancias. En realidad, temía más por su compañero que por ella misma. Ayame sentía la seguridad de que no sería herida por un arma así, pero Juro...—. Por favor, no hemos venido con malas intenciones. Mira, mi nombre es Aotsuki Ayame. Soy genin de Amegakure.
—Somos ninjas, sí. Pero ahora mismo no estamos en acto de servicio —trató de explicarse. Estaba claro que iban a tener que ir directos con la verdad, no podían andarse con chiquitas ante aquella mujer—. Tu madre sigue abajo, en el mismo lugar donde os separasteis. Te lo juro —Ayame se mordió el labio inferior. Estaba claro que aunque esgrimieran la verdad como su mejor arma, una simple promesa no demostraría nada.
Apretó ligeramente el puño derecho. Iba a volver a intervenir, pero entonces la joven sacó algo de uno de sus bolsillos.
«Oh, no...» Se trataba de un pequeño objeto carmesí de metal con forma cilíndrica. En su extremo inferior, el sol arrancó letales destellos a un peligroso filo que parecía estar manchado de... «¿Sangre? ¿Pero qué demonios ha hecho con esa cosa?» Ayame no se había fijado en que la joven parecía haber estado rebuscando en sus bolsillos hasta que había sido demasiado tarde. Craso error. La goma se estaba tensando demasiado... Retrocedió un nuevo paso, con las manos alzadas a la altura de la cabeza para mostrar que no tenía intención de empuñar sus armas ni iba con intenciones hostiles.
Con gesto lento entreabrió los dedos de la mano derecha. El caramelo se los había pegado y le costó cierto esfuerzo liberarlos de la mucilaginosa sustancia para mostrar los coloridos dulces que aún aferraba.
—Tu madre nos ha mandado a buscarte para que te diéramos estos caramelos —respondió, todo lo serena que podía mostrarse dadas las circunstancias. En realidad, temía más por su compañero que por ella misma. Ayame sentía la seguridad de que no sería herida por un arma así, pero Juro...—. Por favor, no hemos venido con malas intenciones. Mira, mi nombre es Aotsuki Ayame. Soy genin de Amegakure.