9/04/2017, 03:14
Después de algún que otro trabajo, y un gran chasco con su flechazo —Kori— que no resultó ser mas que un pijo llamativo y audaz que se escudaba chivando, la situación se había vuelto de lo mas liviana y monótona. De nuevo, vivía sin futuro, sin expectativas de qué hacer mas allá de pasear y meramente existir. Por absurdo e ilógico que pareciese, ya casi se podría decir que se había aburrido de vivir...
¿Acaso no estaba planteando bien sus cartas en éste juego?
Sin duda alguna, la mejor respuesta no caería del cielo. Al menos eso pensaba la pelirroja. Sin prisa pero sin pausa, se decidió por dejar de lado absolutamente todo, y dedicarle un buen rato a la tranquilidad y la meditación. Obviamente, en Amegakure eso iba a ser imposible, así pues buscó de los mejores sitios para pasar unas pequeñas vacaciones improvisadas. No tuvo que buscar mucho, al parecer en el país del rayo había una villa que resaltaba por sus aguas termales. Sin pensarlo dos veces, puso rumbo a Yugakure.
El trayecto fue de lo mas tranquilo, nada que destacar, quizás que había sido uno de los viajes mas longevos que había realizado. A parte de eso, no mucho mas.
Consigo la pelirroja llevaba poco mas que sus habituales atuendos, no llevaba la bandana, pero si que llevaba visible el símbolo de Amegakure en su hombrera. Su portaobjetos tampoco pasaba desapercibido, aunque tampoco es que quisiese ocultar su estatus militante. Al llegar a la ciudadela, paró un momento en la puerta, observando con curiosidad que ésta aldea ciertamente tenía un característico parecido a Ame; las fachadas de los edificios estaban repletas de tuberías también.
«Curioso...»
Ni corta ni perezosa, la pelirroja siguió caminando, adentrándose por las calles de esa urbe. Entre tanto extranjero, la chica tampoco es que resaltase demasiado, aunque si que alguna mirada que otra se quedaba fijada en ella. En la misma calle principal, la chica avistó una posada bastante bien decorada por fuera, con una puerta verde bien grande y llamativa. Sin pensarlo dos veces, tomó rumbo hacia ésta.
—Ésto puede servir... —Se dijo a sí misma.
Pero antes de entrar, si que se paró por un instante en la puerta, sin llegar siquiera a tocar el pomo.
«¿Estás segura...?
Por un momento, titubeó. Quizás su mente se adelantaba a sus movimientos, intentando prevenirla de una posible mala acción. ¿Remordimientos? Puede... aunque aún no había hecho nada.
¿Acaso no estaba planteando bien sus cartas en éste juego?
Sin duda alguna, la mejor respuesta no caería del cielo. Al menos eso pensaba la pelirroja. Sin prisa pero sin pausa, se decidió por dejar de lado absolutamente todo, y dedicarle un buen rato a la tranquilidad y la meditación. Obviamente, en Amegakure eso iba a ser imposible, así pues buscó de los mejores sitios para pasar unas pequeñas vacaciones improvisadas. No tuvo que buscar mucho, al parecer en el país del rayo había una villa que resaltaba por sus aguas termales. Sin pensarlo dos veces, puso rumbo a Yugakure.
El trayecto fue de lo mas tranquilo, nada que destacar, quizás que había sido uno de los viajes mas longevos que había realizado. A parte de eso, no mucho mas.
Consigo la pelirroja llevaba poco mas que sus habituales atuendos, no llevaba la bandana, pero si que llevaba visible el símbolo de Amegakure en su hombrera. Su portaobjetos tampoco pasaba desapercibido, aunque tampoco es que quisiese ocultar su estatus militante. Al llegar a la ciudadela, paró un momento en la puerta, observando con curiosidad que ésta aldea ciertamente tenía un característico parecido a Ame; las fachadas de los edificios estaban repletas de tuberías también.
«Curioso...»
Ni corta ni perezosa, la pelirroja siguió caminando, adentrándose por las calles de esa urbe. Entre tanto extranjero, la chica tampoco es que resaltase demasiado, aunque si que alguna mirada que otra se quedaba fijada en ella. En la misma calle principal, la chica avistó una posada bastante bien decorada por fuera, con una puerta verde bien grande y llamativa. Sin pensarlo dos veces, tomó rumbo hacia ésta.
—Ésto puede servir... —Se dijo a sí misma.
Pero antes de entrar, si que se paró por un instante en la puerta, sin llegar siquiera a tocar el pomo.
«¿Estás segura...?
Por un momento, titubeó. Quizás su mente se adelantaba a sus movimientos, intentando prevenirla de una posible mala acción. ¿Remordimientos? Puede... aunque aún no había hecho nada.