10/04/2017, 00:28
Un día sí, otro también, y otro también, la vida de Ritsuko era sencilla y monótona, no dedicaba demasiado tiempo a entrenamientos ni estudios, mucho menos a trabajar, hacía uno que otro trabajo aleatorio con tal de ganarse el pan y nada más, siquiera le molestaba vivir en una casa a punto de derrumbarse en la que se podía apreciar perfectamente las zonas que ella más circulaba, después de todo había una gruesa capa de tierra en todos los demás lugares a excepción de un sendero marcado en el piso que llevaba a la habitación y al baño. ¿Algo más? No hacía falta.
Pero a nadie le importa eso, lo que interesa al mundo es que la chica había decidido salir en uno de sus tan habituales viajesitos sin rumbo determinado en los que usualmente termina perdiéndose por un mal giro. Le pasó mil veces y es sabido que seguirá pasándole, al menos hasta que aprenda a orientarse o mínimo a hacer caso a las indicaciones en el camino.
Y así fue como la kunoichi de Kusa emprendió un nuevo viaje luciendo sus habituales ropajes aunque la gabardina la llevaba bajo el brazo ya que hacía demasiado calor como para estarse paseando abrigada, pero claro que si iba a estar un tiempo lejos de casa lo mejor era llevar algo por si las moscas, ¿no?
Así al menos lo razonaba la chica que ya había pasado unos cuantos días viajando entre diversas localidades hasta que finalmente llegó una ciudad que a juzgar por el mapa, debía de encontrarse en el país del rayo, todo un logro para una genin que no se había fijado siquiera en los letreros dispersos entre senderos.
—Se supone que hay aguas termales aquí, ¿no? —Preguntó algo animada a la nada misma.
La cuestión probablemente sería encontrar alguno de esos locales, aunque considerando el nombre de la villa tendrían que haber unos cuantos y con un poco de suerte atinaba a alguno que no fuese mixto, lo último que la de Kusa quería era verse obligada a bañarse junto a otros hombres. ~Para colmo el último hombre que me encontré me pidió matrimonio. »Pensaba recordando al azulado de Amegakure que se había encontrado en unas playas tormentosas, pero del nombre ni hablemos, ya lo había olvidado.
De cualquier manera, encontró un local de puerta verde que le pareció bastante llamativo y que probablemente sería lo que buscaba así que se acercó al mismo pero otra chica —bastante atractiva— le ganó de mano aunque se detuvo justo delante estorbando.
—Disculpa pero… ¿Vas a entrar? — Preguntó tratando de sonar cortés y ubicándose a uno de los laterales de aquella pelirroja.
Pero a nadie le importa eso, lo que interesa al mundo es que la chica había decidido salir en uno de sus tan habituales viajesitos sin rumbo determinado en los que usualmente termina perdiéndose por un mal giro. Le pasó mil veces y es sabido que seguirá pasándole, al menos hasta que aprenda a orientarse o mínimo a hacer caso a las indicaciones en el camino.
Y así fue como la kunoichi de Kusa emprendió un nuevo viaje luciendo sus habituales ropajes aunque la gabardina la llevaba bajo el brazo ya que hacía demasiado calor como para estarse paseando abrigada, pero claro que si iba a estar un tiempo lejos de casa lo mejor era llevar algo por si las moscas, ¿no?
Así al menos lo razonaba la chica que ya había pasado unos cuantos días viajando entre diversas localidades hasta que finalmente llegó una ciudad que a juzgar por el mapa, debía de encontrarse en el país del rayo, todo un logro para una genin que no se había fijado siquiera en los letreros dispersos entre senderos.
—Se supone que hay aguas termales aquí, ¿no? —Preguntó algo animada a la nada misma.
La cuestión probablemente sería encontrar alguno de esos locales, aunque considerando el nombre de la villa tendrían que haber unos cuantos y con un poco de suerte atinaba a alguno que no fuese mixto, lo último que la de Kusa quería era verse obligada a bañarse junto a otros hombres. ~Para colmo el último hombre que me encontré me pidió matrimonio. »Pensaba recordando al azulado de Amegakure que se había encontrado en unas playas tormentosas, pero del nombre ni hablemos, ya lo había olvidado.
De cualquier manera, encontró un local de puerta verde que le pareció bastante llamativo y que probablemente sería lo que buscaba así que se acercó al mismo pero otra chica —bastante atractiva— le ganó de mano aunque se detuvo justo delante estorbando.
—Disculpa pero… ¿Vas a entrar? — Preguntó tratando de sonar cortés y ubicándose a uno de los laterales de aquella pelirroja.