10/04/2017, 01:11
Quizás fueron mas de unos segundos los que la mente de la pelirroja trataron de prevenirla, sus acciones seguramente tendrían repercusión, y lo sabía. No era tan tonta como se creía, o simplemente razonaba mejor de lo esperado. Fuese como fuese, la decisión ya casi estaba tomada, la tenía a centímetros, al menos eso pensó de primeras. ¿Acaso era momento de recular? Ni hablar. Tragó saliva, se decidió al fin, y justo cuando iba a optar por tomar el pomo y abrir la puerta, una segunda persona llamó su atención.
Disculpa, pero... ¿vas a entrar?
La pelirroja miró hacia su flanco, donde una chica de pintas un tanto singulares solicitaba paso, o simplemente curioseaba. La de Amegakure volvió de nuevo la vista hacia la puerta, y la retornó por segunda vez a la pelirroja de su vera. —S-si... lo siento, me distraje un poco. No sé si habrá algo de cerveza, pero no se averigua sin preguntar... jajaja.
La placa que llevaba a modo de cinturón delataba su procedencia, pero la de Amegakure no tenía problema alguno con ello. ¿Qué mas daba de donde fuese? Cuando mueren, todos quedan calvos y de un mismo tono... ¿De qué sirve discriminar una misma naturaleza única e inquebrantable para la mayoría? Siempre podían haber excepciones, como ella misma lo era, pero por propia experiencia sabía que muchos no podían siquiera soñar con su maldición. Mas que una bendición, su don podía llegar a considerarse justo lo contrario cuando todos a los que alguna vez amaste desaparecen poco a poco. Un dolor tan intenso que ni el tiempo cura.
Sin mas, abrió la puerta y dejó a la chica pasar antes que ella. Evidentemente no tenía prisas, quizás la joven sí.
El salón frente a ellas se presentaba bastante despejado, apenas 8 personas en él. Cuatro mesas redondas al lado derecho, donde en ellas habían un par de parejas sentadas, la tercera estaba ocupada por un grupo de 3 chicos jóvenes, y una cuarta vacía por el momento. A la izquierda había unas puertas, que seguramente terminarían en servicios debidamente separados; frente a todo ésto una barra abarcaba la mayoría, con numerosos asientos taburete, y tras ésta un señor de mediana edad que seguramente era dueño, o trabajador. El hombre tenía el cabello corto y oscuro, un buen porte, y vestía un traje bastante formal, pareciendo que arriesgaba a mancharlo.
Tras la chica, Aiko atravesaría también el umbral de la puerta, cerrando tras de sí.
Disculpa, pero... ¿vas a entrar?
La pelirroja miró hacia su flanco, donde una chica de pintas un tanto singulares solicitaba paso, o simplemente curioseaba. La de Amegakure volvió de nuevo la vista hacia la puerta, y la retornó por segunda vez a la pelirroja de su vera. —S-si... lo siento, me distraje un poco. No sé si habrá algo de cerveza, pero no se averigua sin preguntar... jajaja.
La placa que llevaba a modo de cinturón delataba su procedencia, pero la de Amegakure no tenía problema alguno con ello. ¿Qué mas daba de donde fuese? Cuando mueren, todos quedan calvos y de un mismo tono... ¿De qué sirve discriminar una misma naturaleza única e inquebrantable para la mayoría? Siempre podían haber excepciones, como ella misma lo era, pero por propia experiencia sabía que muchos no podían siquiera soñar con su maldición. Mas que una bendición, su don podía llegar a considerarse justo lo contrario cuando todos a los que alguna vez amaste desaparecen poco a poco. Un dolor tan intenso que ni el tiempo cura.
Sin mas, abrió la puerta y dejó a la chica pasar antes que ella. Evidentemente no tenía prisas, quizás la joven sí.
El salón frente a ellas se presentaba bastante despejado, apenas 8 personas en él. Cuatro mesas redondas al lado derecho, donde en ellas habían un par de parejas sentadas, la tercera estaba ocupada por un grupo de 3 chicos jóvenes, y una cuarta vacía por el momento. A la izquierda había unas puertas, que seguramente terminarían en servicios debidamente separados; frente a todo ésto una barra abarcaba la mayoría, con numerosos asientos taburete, y tras ésta un señor de mediana edad que seguramente era dueño, o trabajador. El hombre tenía el cabello corto y oscuro, un buen porte, y vestía un traje bastante formal, pareciendo que arriesgaba a mancharlo.
Tras la chica, Aiko atravesaría también el umbral de la puerta, cerrando tras de sí.