11/04/2017, 08:13
Aquel quinto día de la primera semana de Ascuas databa ser uno de los más calurosos que se había registrado alguna vez en todo oonindo. El astro rey brillaba con la intensidad de mil estrellas, viéndose completamente liberado con la ansiada llegada de su amado verano, preparado y listo para adueñarse de las tierras, secar los pastos; e iniciar una larga temporada de sequía que afectaba a muchos durante un largo período de tiempo.
Este hito climático, sin embargo, suponía ser mucho peor en otras partes que en las propias tierras de la Tormenta. Éste país era único, pues a pesar de que el verano estuviese tocando a su puerta, los caprichos de Ame no Kami nunca permitían que el avasallante calor fuera realmente un problema.
Porque allí, como era sabido por todos; nunca dejaba de llover. Nunca.
No obstante, muchos de los lugareños se encontraban más que ansiosos, y el tránsito de personas tanto en la aldea como en los pueblos aledaños era quizás mayor del que se podría esperar, teniendo en cuenta que de querer salir del país de la Tormenta, probablemente se encontrarían con tan intratable calor del que tanto se quejaban los ciudadanos de los países vecinos. La pregunta era, ¿por qué?...
Y el anuncio que arrojaron las bocinas repartidas en las calles de la aldea de Amegakure finalmente trajo consigo la respuesta.
Kaido se encontraba rondeando las calles principales cuando escuchó aquello sin demasiado interés. Pero vista la reacción de quienes caminaban al lado suyo, no pudo dejar pasar la oportunidad de hacer el tonto. Y de sacar de quicio a alguno de sus colegas.
—A ver, ¿cual es la puta emoción por ese fulano festival?
—¿Que no lo sabes, tío? es súper duper increíble. Mira, mi papá me habló de eso... dice que en la frontera entre nuestro país y el país del viento se puede ver como una especies de línea vertical invisible divide ambos climas. Ni las nubes oscuras, ni la lluvia cargada en ellas cruza siquiera un centímetro hacia el otro lado, y así viceversa. Es muy extraño.
—Ya. Pues creo que tu padre va un poco pasado de líneas, si sabes a lo que me refiero. Mejor dile que deje de hacer el tonto, anda. Ah, y el ratón de los dientes no existe, jodido idiota.
El jodido idiota terminó siendo él, al día siguiente. Porque finalmente los rumores se hicieron más seguidos, y numerosos. No podía llamarles a todos locos, así que probablemente esa vez él no tenía la razón. Y en vista de que aquel supuesto fenómeno existía, no tenía más remedio que motivarse a mover su pesado culo azulado fuera de la seguridad de su aldea, y embarcarse en un viaje de un día hasta las cercanías del pueblo de Kodoku.
Kodoku era un pueblo humilde. Desolado, haciéndole honor a la transcripción de su nombre. Allí vivían alrededor de unas siete familias, no más de allí; que vivían de las cosechas y la agricultura. Siendo que estaba ubicado muy cercano a la frontera con el árido país del Viento, su suelo era mucho más fértil que el del resto del país, y las siembras eran más fructíferas debido a que las temperaturas eran ligeramente más cálidas, y de forma regular.
Sin embargo, aquel pueblucho hubiera pasado desapercibido por toda la eternidad de no ser por aquel festival. Un festival que los más jóvenes probablemente no conocían, por la esporádica aparición del mismo. O eso decía la gente.
Kaido llegó a eso de las diez de la mañana, y ya estaba repleto de gente. El escualo se dirigió a las primeros establecimientos que se pudieron ver al entrar a la "ciudad", escogiendo quizás el que estuviese menos abarrotado posible, un hogareña pero decente posada la cual no parecía estar muy concurrida.
Este hito climático, sin embargo, suponía ser mucho peor en otras partes que en las propias tierras de la Tormenta. Éste país era único, pues a pesar de que el verano estuviese tocando a su puerta, los caprichos de Ame no Kami nunca permitían que el avasallante calor fuera realmente un problema.
Porque allí, como era sabido por todos; nunca dejaba de llover. Nunca.
No obstante, muchos de los lugareños se encontraban más que ansiosos, y el tránsito de personas tanto en la aldea como en los pueblos aledaños era quizás mayor del que se podría esperar, teniendo en cuenta que de querer salir del país de la Tormenta, probablemente se encontrarían con tan intratable calor del que tanto se quejaban los ciudadanos de los países vecinos. La pregunta era, ¿por qué?...
Y el anuncio que arrojaron las bocinas repartidas en las calles de la aldea de Amegakure finalmente trajo consigo la respuesta.
¡La ciudad de Kodoku les invita cordialmente a todos los lugareños y ciudadanos de Arashi no Kuni a acudir a nuestro décimo-primer festival de la Línea de los Dioses! Sois invitados a presenciar uno de los fenómenos climáticos más impresionantes y que luego de casi cinco años desde nuestro último festival, está aquí, ¡de nuevo!
Kaido se encontraba rondeando las calles principales cuando escuchó aquello sin demasiado interés. Pero vista la reacción de quienes caminaban al lado suyo, no pudo dejar pasar la oportunidad de hacer el tonto. Y de sacar de quicio a alguno de sus colegas.
—A ver, ¿cual es la puta emoción por ese fulano festival?
—¿Que no lo sabes, tío? es súper duper increíble. Mira, mi papá me habló de eso... dice que en la frontera entre nuestro país y el país del viento se puede ver como una especies de línea vertical invisible divide ambos climas. Ni las nubes oscuras, ni la lluvia cargada en ellas cruza siquiera un centímetro hacia el otro lado, y así viceversa. Es muy extraño.
—Ya. Pues creo que tu padre va un poco pasado de líneas, si sabes a lo que me refiero. Mejor dile que deje de hacer el tonto, anda. Ah, y el ratón de los dientes no existe, jodido idiota.
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El jodido idiota terminó siendo él, al día siguiente. Porque finalmente los rumores se hicieron más seguidos, y numerosos. No podía llamarles a todos locos, así que probablemente esa vez él no tenía la razón. Y en vista de que aquel supuesto fenómeno existía, no tenía más remedio que motivarse a mover su pesado culo azulado fuera de la seguridad de su aldea, y embarcarse en un viaje de un día hasta las cercanías del pueblo de Kodoku.
Kodoku era un pueblo humilde. Desolado, haciéndole honor a la transcripción de su nombre. Allí vivían alrededor de unas siete familias, no más de allí; que vivían de las cosechas y la agricultura. Siendo que estaba ubicado muy cercano a la frontera con el árido país del Viento, su suelo era mucho más fértil que el del resto del país, y las siembras eran más fructíferas debido a que las temperaturas eran ligeramente más cálidas, y de forma regular.
Sin embargo, aquel pueblucho hubiera pasado desapercibido por toda la eternidad de no ser por aquel festival. Un festival que los más jóvenes probablemente no conocían, por la esporádica aparición del mismo. O eso decía la gente.
Kaido llegó a eso de las diez de la mañana, y ya estaba repleto de gente. El escualo se dirigió a las primeros establecimientos que se pudieron ver al entrar a la "ciudad", escogiendo quizás el que estuviese menos abarrotado posible, un hogareña pero decente posada la cual no parecía estar muy concurrida.