15/04/2017, 18:59
Entendido, dijo Kagetsuna. A lo que Kaido también asintió, haciéndole saber al viejo como empleador que estaban listos para hacer lo necesario para cumplir con la misión.
Su impertérrita resignación, no obstante, le resultó más que curiosa. Jinbë pensó que mientras los jóvenes no se la quisieran dar de héroes, nada malo podría pasar. Incluso creía poco probable que alguien tuviese sospechas fundadas y reales acerca de su posesión sobre el objeto en cuestión; lo que le hacía creer también que nadie intentaría atacarle de ninguna forma. Y si así fuera, ya contaba con la seguridad suficiente para contrarrestar cualquier peligro.
—Pues, queda todo dicho. Si tenéis alguna otra pregunta, el señor Kurozuchi podrá responderlas con toda propiedad. Él ya está informado de todos los detalles, ¿ok? —mientras Jinbë decía ésto último, de la puerta al despacho entraban dos hombres. Ambos eran desconocidos para los dos genin, pero no así para el dueño del local, que les miró con parsimonia y les regaló un gesto de bienvenida mientras concluía con la pequeña reunión que tenía con los jóvenes shinobi —. al salir del despacho cojan inmediatamente su derecha y al final del pasillo encontraréis una habitación disponible para vosotros. Podéis descansar y preparar todo mientras decidimos cuales serán los turnos de guardia durante lo que queda del día.
—Guay —argumentó Kaido, risueño. Luego señaló groseramente a los dos hombres que habían hecho acto de aparición segundos antes, e inquirió curioso sobre éstos—. oiga, ¿y estos tipos quienes son?
Tanto Kaido como Kagetsuna, con la suficiente perspicacia; podrían percatarse del parecido de estos dos hombres con respecto a Jinbë. Ambos eran tipos de prominente altura, tenían el cabello castaño y corto, y llevaban prendas acordes a su supuesto status social.
—Mis hijos, y socios. Son el futuro de la tienda de empeño —admitió, con mirada orgullosa—. y tenemos cosas que tratar, así que si nos disculpan. Gracias a ambos, jóvenes.
Kaido se levantó del asiento y les otorgó una mirada agresiva a los recién aparecidos. Frunció el ceño, retándoles, era algo que hacía casi siempre. Pero más que amedrentarles, les hizo sacar una sonrisa; a ambos, aunque no era una sonrisa amigable, sino de retador. Luego movió su azulado trasero hasta la salida del despacho y volteó inmediatamente hacia donde se le había indicado ir.
Al menos una siesta se iba a echar, eso seguro.
Acostado en un inmenso y ostentoso sillón, Kaido se debatía en sus pensamientos.
—Trabajar aquí debe ser la polla. O no, más bien... ser hijo de ese viejo millonario debe ser más la polla aún. Tener la vida así de arreglada debe ser todo un lindo paseo, ¿no crees, Kagetsuna?
Su impertérrita resignación, no obstante, le resultó más que curiosa. Jinbë pensó que mientras los jóvenes no se la quisieran dar de héroes, nada malo podría pasar. Incluso creía poco probable que alguien tuviese sospechas fundadas y reales acerca de su posesión sobre el objeto en cuestión; lo que le hacía creer también que nadie intentaría atacarle de ninguna forma. Y si así fuera, ya contaba con la seguridad suficiente para contrarrestar cualquier peligro.
—Pues, queda todo dicho. Si tenéis alguna otra pregunta, el señor Kurozuchi podrá responderlas con toda propiedad. Él ya está informado de todos los detalles, ¿ok? —mientras Jinbë decía ésto último, de la puerta al despacho entraban dos hombres. Ambos eran desconocidos para los dos genin, pero no así para el dueño del local, que les miró con parsimonia y les regaló un gesto de bienvenida mientras concluía con la pequeña reunión que tenía con los jóvenes shinobi —. al salir del despacho cojan inmediatamente su derecha y al final del pasillo encontraréis una habitación disponible para vosotros. Podéis descansar y preparar todo mientras decidimos cuales serán los turnos de guardia durante lo que queda del día.
—Guay —argumentó Kaido, risueño. Luego señaló groseramente a los dos hombres que habían hecho acto de aparición segundos antes, e inquirió curioso sobre éstos—. oiga, ¿y estos tipos quienes son?
Tanto Kaido como Kagetsuna, con la suficiente perspicacia; podrían percatarse del parecido de estos dos hombres con respecto a Jinbë. Ambos eran tipos de prominente altura, tenían el cabello castaño y corto, y llevaban prendas acordes a su supuesto status social.
—Mis hijos, y socios. Son el futuro de la tienda de empeño —admitió, con mirada orgullosa—. y tenemos cosas que tratar, así que si nos disculpan. Gracias a ambos, jóvenes.
Kaido se levantó del asiento y les otorgó una mirada agresiva a los recién aparecidos. Frunció el ceño, retándoles, era algo que hacía casi siempre. Pero más que amedrentarles, les hizo sacar una sonrisa; a ambos, aunque no era una sonrisa amigable, sino de retador. Luego movió su azulado trasero hasta la salida del despacho y volteó inmediatamente hacia donde se le había indicado ir.
Al menos una siesta se iba a echar, eso seguro.
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Acostado en un inmenso y ostentoso sillón, Kaido se debatía en sus pensamientos.
—Trabajar aquí debe ser la polla. O no, más bien... ser hijo de ese viejo millonario debe ser más la polla aún. Tener la vida así de arreglada debe ser todo un lindo paseo, ¿no crees, Kagetsuna?