18/06/2015, 07:19
El hombre, con vena hinchada, tuvo que resignarse ante las insinuaciones del joven que por alguna razón no perdió la oportunidad de desquitarse. Le sería imposible tomar aquel libro sin atentar contra la integridad de nadie, aunque de cualquier forma no lo haría así tuviese las aptitudes para lograrlo. Su fuerza estaba en la cabeza y con ello lamentablemente no lograría hacerse con el tomo que Juro sostenía. Así que, de un momento a otro, el tipo volteó sin decir nada y se perdió misteriosamente en uno de los pasillos contiguos de la biblioteca.
Kota por su lado ya había dejado a un lado la idea de que el libro fuera suyo, aunque poco después; el mismo Juro admitió que lo más conveniente era retornarlo a su legítimo dueño. Otro se lo hubiese quedado, desde luego, pero al parecer su compañero de aldea era lo suficientemente humilde como para no superponer su egoísmo sobre la justicia.
—Que ironía, ¿no? — comentó— pero vamos, veamos que nos cuenta esta cosa.
Se arrimó hasta que ambos pudieran observar lo escrito e instó a Juro a que lo abriera. Una vez allí, se sumergieron en la historia y volarían, tal como el protagonista; sobre un vendaval de ideas.
Kota no supo decirlo con propiedad, pero su atención estuvo puesta en la historia y no se percató de cuánto tiempo había pasado desde que ambos habían comenzado a leerlo. Y le hizo gracia puesto que la lectura, a diferencia de su madre, no era precisamente una de sus más profundas aficiones. Aún así, "el héroe vendaval" había logrado lo impensable: mantenerlo interesado en una historia atractiva, posiblemente basada en hechos reales con ciertos toques fantásticos que podrían interesarle más a Juro que a cualquier otro.
Trataba de un hombre con raíces religiosas que nació en los templos del sol. La historia contaba que sólo aquellos con la pureza del aire podían encontrar allí su lugar y así lo hizo Shilon. Aprendió las artes de la serenidad y la compostura, convirtiéndose finalmente en un monje con la sencilla tarea de compartir sus enseñanzas con el mundo. Pero todo cambió cuando supo que era, tal y como susurraba la leyenda, el elegido. Aquel que a diferencia del resto recibiría el mismísimo poder del señor y poder así controlar el viento en su máxima expresión... sin trucos, sin posiciones manuales, sin energía. Aún así, el desarrollo fue un tanto efusivo. Los usuarios del Ninjutsu que se hacían llamar shinobi se enteraron del rumor y aquellos cuya naturaleza era afín al futon, zarparon sobre las dunas del país de la arena para buscar al hombre vendaval. Citaban a los antiguos clanes, las antiguas jerarquías, aunque nada realmente importante.
Sin embargo, antes de que pudieran saber qué más ocurría; Kota se echó hacia atrás y soltó un suspiro cansino.
—Parece que habrá que reunirnos otro día para terminarlo, pero madre mía; que buena historia. ¿Habías oído hablar de ese poder alguna vez o debo asumir que no existe nada parecido más allá de los jutsu de naturaleza fuuton?
Kota por su lado ya había dejado a un lado la idea de que el libro fuera suyo, aunque poco después; el mismo Juro admitió que lo más conveniente era retornarlo a su legítimo dueño. Otro se lo hubiese quedado, desde luego, pero al parecer su compañero de aldea era lo suficientemente humilde como para no superponer su egoísmo sobre la justicia.
—Que ironía, ¿no? — comentó— pero vamos, veamos que nos cuenta esta cosa.
Se arrimó hasta que ambos pudieran observar lo escrito e instó a Juro a que lo abriera. Una vez allí, se sumergieron en la historia y volarían, tal como el protagonista; sobre un vendaval de ideas.
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Kota no supo decirlo con propiedad, pero su atención estuvo puesta en la historia y no se percató de cuánto tiempo había pasado desde que ambos habían comenzado a leerlo. Y le hizo gracia puesto que la lectura, a diferencia de su madre, no era precisamente una de sus más profundas aficiones. Aún así, "el héroe vendaval" había logrado lo impensable: mantenerlo interesado en una historia atractiva, posiblemente basada en hechos reales con ciertos toques fantásticos que podrían interesarle más a Juro que a cualquier otro.
Trataba de un hombre con raíces religiosas que nació en los templos del sol. La historia contaba que sólo aquellos con la pureza del aire podían encontrar allí su lugar y así lo hizo Shilon. Aprendió las artes de la serenidad y la compostura, convirtiéndose finalmente en un monje con la sencilla tarea de compartir sus enseñanzas con el mundo. Pero todo cambió cuando supo que era, tal y como susurraba la leyenda, el elegido. Aquel que a diferencia del resto recibiría el mismísimo poder del señor y poder así controlar el viento en su máxima expresión... sin trucos, sin posiciones manuales, sin energía. Aún así, el desarrollo fue un tanto efusivo. Los usuarios del Ninjutsu que se hacían llamar shinobi se enteraron del rumor y aquellos cuya naturaleza era afín al futon, zarparon sobre las dunas del país de la arena para buscar al hombre vendaval. Citaban a los antiguos clanes, las antiguas jerarquías, aunque nada realmente importante.
Sin embargo, antes de que pudieran saber qué más ocurría; Kota se echó hacia atrás y soltó un suspiro cansino.
—Parece que habrá que reunirnos otro día para terminarlo, pero madre mía; que buena historia. ¿Habías oído hablar de ese poder alguna vez o debo asumir que no existe nada parecido más allá de los jutsu de naturaleza fuuton?