19/04/2017, 11:28
(Última modificación: 19/04/2017, 12:19 por Amedama Daruu.)
—Elijo vivir... —murmuró Haskoz. Shiona no mostró ninguna reacción, sus ojos todavía estaban fijos en el muchacho que se debatía entre dos opciones nada fáciles— ...y morir, como shinobi de Uzushiogakure no Sato.
Shiona se levantó, y poco a poco, se acercó a la celda donde su compatriota estaba confinado.
—¡Así que quítemelo! ¡Arránqueme el alma entera si es necesario!
—Así será, Uchiha Haskoz —contestó Shiona. Introdujo la llave en la cerradura, y giró. Un sonido chirriante acompañó al abrir de la puerta de la prisión—. Estoy orgullosa de tener ninjas como vosotros. Haré lo que esté en mi mano para no poner en riesgo tu vida, muchacho.
Se acercó a él y, esposa a esposa, fue liberando cada una de sus extremidades de la humillante posición en la que las habían colocado.
—Puaj, apestas —rió Shiona—. Lo primero que vas a hacer es darte un baño y pedir ropa nueva. Los hombres del Dojo no tendrán ningún inconveniente en proporcionarte todo lo que necesites, ya está hablado.
»Después, necesito que te reúnas conmigo en la salida del valle. Me ocuparé de que te dejen salir.
Shiona se alejó, despacio, el toqueteo de sus zapatos provocando un ruido sordo a cada paso. Se detuvo a mitad del pasillo.
—Ah, una cosa más... —dijo—. No pongas a prueba mi confianza.
Salió de las mazmorras.
Aunque por fuera era un dojo chiquitín, apartado del resto, el cuartel general del personal del Valle de los Dojos era un complejo de túneles adornados tal y como estaría un palacete oriental bastante lujoso, que empezaba en un pasadizo desde ese mismo pequeño dojo y se extendía hasta sólo Dios sabe dónde; de todos modos a Haskoz sólo le permitían ver las partes más superficiales. Después de recordarle a dónde debía ir y a dónde no, dónde se repartían las órdenes y los encargos más básicos y la localización del despacho del Juuchin, el samurai más veterano y jefe de todos los demás.
Desde dentro, aquello era lo más parecido a una aldea ninja que Haskoz hubiera visto aparte de Uzushiogakure. Sólo que él no pertenecía a ella, y debía pertenecer a la fuerza a partir de entonces. Llevar una doble identidad: Haskoz, el genin de Uzushiogakure. Haskoz, el demonio extranjero, como habían empezado a llamarle algunos hombres, entre cuchicheos.
Sea como fuere, el personal de los Dojos le proporcionó una habitación con todos los lujos que uno de los miembros de su guardia dispondría normalmente, con baños propios. De modo que ya tenía un lugar donde prepararse para su encuentro con Shiona.
La mujer esperaba apoyada en el tronco de un árbol, expectante, mientras trataba de mentalizarse para la terrible experiencia que probablemente estaban a punto de vivir.
Shiona se levantó, y poco a poco, se acercó a la celda donde su compatriota estaba confinado.
—¡Así que quítemelo! ¡Arránqueme el alma entera si es necesario!
—Así será, Uchiha Haskoz —contestó Shiona. Introdujo la llave en la cerradura, y giró. Un sonido chirriante acompañó al abrir de la puerta de la prisión—. Estoy orgullosa de tener ninjas como vosotros. Haré lo que esté en mi mano para no poner en riesgo tu vida, muchacho.
Se acercó a él y, esposa a esposa, fue liberando cada una de sus extremidades de la humillante posición en la que las habían colocado.
—Puaj, apestas —rió Shiona—. Lo primero que vas a hacer es darte un baño y pedir ropa nueva. Los hombres del Dojo no tendrán ningún inconveniente en proporcionarte todo lo que necesites, ya está hablado.
»Después, necesito que te reúnas conmigo en la salida del valle. Me ocuparé de que te dejen salir.
Shiona se alejó, despacio, el toqueteo de sus zapatos provocando un ruido sordo a cada paso. Se detuvo a mitad del pasillo.
—Ah, una cosa más... —dijo—. No pongas a prueba mi confianza.
Salió de las mazmorras.
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Aunque por fuera era un dojo chiquitín, apartado del resto, el cuartel general del personal del Valle de los Dojos era un complejo de túneles adornados tal y como estaría un palacete oriental bastante lujoso, que empezaba en un pasadizo desde ese mismo pequeño dojo y se extendía hasta sólo Dios sabe dónde; de todos modos a Haskoz sólo le permitían ver las partes más superficiales. Después de recordarle a dónde debía ir y a dónde no, dónde se repartían las órdenes y los encargos más básicos y la localización del despacho del Juuchin, el samurai más veterano y jefe de todos los demás.
Desde dentro, aquello era lo más parecido a una aldea ninja que Haskoz hubiera visto aparte de Uzushiogakure. Sólo que él no pertenecía a ella, y debía pertenecer a la fuerza a partir de entonces. Llevar una doble identidad: Haskoz, el genin de Uzushiogakure. Haskoz, el demonio extranjero, como habían empezado a llamarle algunos hombres, entre cuchicheos.
Sea como fuere, el personal de los Dojos le proporcionó una habitación con todos los lujos que uno de los miembros de su guardia dispondría normalmente, con baños propios. De modo que ya tenía un lugar donde prepararse para su encuentro con Shiona.
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La mujer esperaba apoyada en el tronco de un árbol, expectante, mientras trataba de mentalizarse para la terrible experiencia que probablemente estaban a punto de vivir.