19/04/2017, 21:25
La chica que ansiaba pasar sobre todas las cosas en éste mundo, repitió con recelo o duda la solicitada bebida que Aiko buscaba. Parecía extrañada ante las palabras escupidas de la otra pelirroja, y de hecho se paró al poco de entrar, como si lo que acababa de ver no fuese lo que buscaba. Pospuso las manos a su nuca, y dejó caer un pesado e intenso suspiro. Claramente no estaba contenta con lo que había allí. Sin embargo, eso no mermó las intenciones de Aiko, que entró también poco después de ella.
De pronto, su caminar hacia la barra en busca de preguntar si había cerveza se vio interrumpida. La chica del extraño mechón donde colgaba un cascabel llamó su atención, y preguntó si sabía donde podía encontrar un baño terminal. Curioso, le preguntaba como si ella fuese originaria de esa urbe. Aunque por otro lado, el mayor carisma se lo llevaba la pregunta, pues ciertamente lo dificil era no topar con uno de esos establecimientos. ¿Cuantos había dejado de paso la chica? ¿diez? ¿veinte? ¿cincuenta? Era difícil dar un número fiel, pero aún mas difícil era no haberse topado con uno...
—La verdad, no soy de aquí. He visto varios baños termales de camino, pero no sabría decirte si hay alguno que sea bueno y tal... Si quieres, puedo preguntar al tabernero si él tiene alguna recomendación.
Antes siquiera de que pudiese darse la vuelta para buscar respuestas, la chica se presentó como Ritsuko. La verdad, no era un nombre del todo común, al igual que esos agujeros que tenía a los laterales de los ojos... ¿Qué diablos eran esa especie de piercings tan raros? Aiko estaba hecha un pergamino humano con tanto tatuaje, pero tampoco era una cosa tan rara como esos agujeros.
—Y-yo me llamo Aiko, encantada. —Contestó al reparar en el detalle ese.
Por otro lado, la pelirroja comenzó a barajar la posibilidad de tomar cerveza en un baño termal. Eso, ESO, si que debía ser un placer inconmensurable.