20/04/2017, 00:13
(Última modificación: 29/07/2017, 02:08 por Amedama Daruu.)
—¿Le... pasa algo en la espalda? Me ha parecido ver... un chakra blanquecino. O no... No sé... —preguntó Daruu, y Ayame palideció en respuesta.
Se reincorporó como pudo, tratando por todos los medios de evitar cruzar la mirada su compañero. Pero las mentiras tienen las patas cortas, muy cortas en el caso de Ayame, que era completamente capaz de mentir. ¿Pero qué podía decir? ¿Qué había sentido un pinchazo en la espalda que la había hecho caer al suelo y después había escuchado lo que parecía ser un rugido? ¡La tomarían por loca!
—Yo también... He debido imaginarlo, pero... —añadió su compañero, y cuando Ayame se volvió hacia se sorprendió al descubrir que la estaba mirando con una extraña fijeza. Y sus ojos... sus ojos perlados ahora estaban rodeados de venas hinchadas que le otorgaban un aspecto casi terrorífico.
—P... ¿Por qué me estás mirando así...? ¿De qué chakra hablas? —preguntó, temerosa.
Kōri había estado observando la escena desde su posición, con sus ojos gélidos clavados en los dos genin. Evaluando con cuidado la situación. Midiendo las palabras que debía pronunciar a continuación.
—Yo no he sentido nada extraño —afirmó, tan desangelado como siempre. Ayame le miró, interrogante, pero el rostro de su hermano era inexpresivo como una lámina de hielo—. Deberíamos continuar, o se nos hará tarde.
Ayame dudó durante un instante. Miró a Daruu de reojo y, finalmente, terminó por obedecer.
Se reincorporó como pudo, tratando por todos los medios de evitar cruzar la mirada su compañero. Pero las mentiras tienen las patas cortas, muy cortas en el caso de Ayame, que era completamente capaz de mentir. ¿Pero qué podía decir? ¿Qué había sentido un pinchazo en la espalda que la había hecho caer al suelo y después había escuchado lo que parecía ser un rugido? ¡La tomarían por loca!
—Yo también... He debido imaginarlo, pero... —añadió su compañero, y cuando Ayame se volvió hacia se sorprendió al descubrir que la estaba mirando con una extraña fijeza. Y sus ojos... sus ojos perlados ahora estaban rodeados de venas hinchadas que le otorgaban un aspecto casi terrorífico.
—P... ¿Por qué me estás mirando así...? ¿De qué chakra hablas? —preguntó, temerosa.
Kōri había estado observando la escena desde su posición, con sus ojos gélidos clavados en los dos genin. Evaluando con cuidado la situación. Midiendo las palabras que debía pronunciar a continuación.
—Yo no he sentido nada extraño —afirmó, tan desangelado como siempre. Ayame le miró, interrogante, pero el rostro de su hermano era inexpresivo como una lámina de hielo—. Deberíamos continuar, o se nos hará tarde.
Ayame dudó durante un instante. Miró a Daruu de reojo y, finalmente, terminó por obedecer.