20/04/2017, 21:09
Hoyōbi, 21 de Ascua de 217
Al final resultaba que Kōri no la había acompañado al Valle del Fin por mero altruismo. Tenía algo que hacer en el País de los Bosques y, tras su breve excursión a aquel legendario paraje, ambos recorrieron la frontera entre el País de los Remolinos y el País de los Bosques hacia el este. El viaje les llevó algo más de un día, bordeando el escarpado acantilado que separaba el Bosque de la Hoja del Bosque de los Hongos. Ayame se mantenía a una distancia más que prudencial del abismo que caía varias decenas de metros, pero sus ojos se veían atraídos una y otra vez con la fuerza de un imán. Además, el furioso rugido de las aguas turbulentas que discurrían por el fondo no la ayudaban a olvidarse de él. Al final lograron dar con el pasaje que podría conducirlos al otro lado del despeñadero: un majestuoso puente construido enteramente en piedra conectaba los dos bosques. Parecía de lo más sólido, pero Ayame dudó un instante antes de poner el pie encima.
—Vas a tener que esperarme aquí, Ayame —le dijo Kōri de repente.
—¿Cómo?
—Mi misión ahí dentro es secreta, ni siquiera tú puedes conocer los detalles. Son órdenes de Arashikage-sama.
—¿Entonces por qué me has traído aquí? —preguntó, indignada, pero él se limitó a encogerse de hombros.
—Querías ver el Valle del Fin, y pillaba de camino. Por eso —respondió, con simpleza—. Espérame aquí. Pero no te alejes del puente. ¿Entendido?
—Entendido...
Kōri asintió, giró sobre sus talones y echó a andar para atravesar el puente. Ayame suspiró con pesadez y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en el pilar que daba cabeza al puente. Por el rabillo del ojo vio una silueta situada a varios metros de distancia y no pudo evitar sobresaltarse. No pudo identificar los rasgos de aquella persona, ya que estaba encapuchada, envuelta de los pies a la cabeza en una pesada capa de viaje.
«¿No pasa calor con eso?» Se preguntó, pero enseguida apartó la mirada. No le daba buena espina. Si tenía la necesidad de cubrir su rostro de aquella manera no debía de ser por una buena razón. «¿Y si es un bandido? O peor aún... un ninja exiliado...» Meditaba, y un desagradable escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Sólo esperaba que su hermano no tardara demasiado...