21/04/2017, 00:08
(Última modificación: 29/07/2017, 02:08 por Amedama Daruu.)
Kori se lo pensó un momento. Finalmente, dijo:
—Si todo va bien, tardaremos algo menos de medio día en llegar a Shinogi-to. Será un buen momento para descansar. Además podemos buscar algún tipo de transporte hacia Yukio. Pero, si no lo encontramos, tendremos un día más de camino y tendremos que acampar si no encontramos algún lugar donde hospedarnos por el camino.
«Y qué hacemos, nos paramos delante de un carro lleno de tomates y decimos: ¡ey, buen hombre, nos dirigimos a Yukio! ¿Va usted para allá? ¿Le importaría que subiéramos de gratis a su carro? ¡Viva!», pensó Daruu, sarcásticamente.
—¿Seguro... que es buena idea parar en Shinogi-to? ¿Estaremos bien?
Daruu hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
—No tiene por qué pasar nada, alguna vez me he hospedado allí con mamá. He hecho este viaje otras veces, ¿recuerdas? —dijo—. Hay un par de sitios que no están mal, para los estándares de Shinogi-to. Las camas son muy incómodas, pero al menos las habitaciones están limpias. Siempre hemos tenido que lidiar con algún idiota, pero con Kori-sensei a nuestro lado, dudo que tengamos nada que te...
Como una ironía convertida en sonido, el traqueteo de un carro llegó a los oídos del trío. Daruu se dio la vuelta. Allí, a lo lejos, el carruaje se acercaba tirado de dos caballos, al mando de un hombre rollizo que los transportaba. Daruu activó su byakugan y acercó su mirada para verlo mejor.
—Tomates —balbuceó, atónito.
Eran tomates, sí. Un carro hasta arriba de tomates.
—Si todo va bien, tardaremos algo menos de medio día en llegar a Shinogi-to. Será un buen momento para descansar. Además podemos buscar algún tipo de transporte hacia Yukio. Pero, si no lo encontramos, tendremos un día más de camino y tendremos que acampar si no encontramos algún lugar donde hospedarnos por el camino.
«Y qué hacemos, nos paramos delante de un carro lleno de tomates y decimos: ¡ey, buen hombre, nos dirigimos a Yukio! ¿Va usted para allá? ¿Le importaría que subiéramos de gratis a su carro? ¡Viva!», pensó Daruu, sarcásticamente.
—¿Seguro... que es buena idea parar en Shinogi-to? ¿Estaremos bien?
Daruu hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
—No tiene por qué pasar nada, alguna vez me he hospedado allí con mamá. He hecho este viaje otras veces, ¿recuerdas? —dijo—. Hay un par de sitios que no están mal, para los estándares de Shinogi-to. Las camas son muy incómodas, pero al menos las habitaciones están limpias. Siempre hemos tenido que lidiar con algún idiota, pero con Kori-sensei a nuestro lado, dudo que tengamos nada que te...
Como una ironía convertida en sonido, el traqueteo de un carro llegó a los oídos del trío. Daruu se dio la vuelta. Allí, a lo lejos, el carruaje se acercaba tirado de dos caballos, al mando de un hombre rollizo que los transportaba. Daruu activó su byakugan y acercó su mirada para verlo mejor.
—Tomates —balbuceó, atónito.
Eran tomates, sí. Un carro hasta arriba de tomates.