21/04/2017, 12:16
Era un reto mental. Mantenerme vigilando el País del Bosque ya se había convertido en un a ver quien aguanta más, mi capa ardía como si fuera capaz de generar calor de forma independiente. Aunque yo me la jugaría a que usa energía solar, como las plantas. El calor aumentaba gradualmente e imparable, a pesar de que el sol girara alrededor de la Tierra alegremente.
Cuando alcancé el limite e iba a apartar la mirada vio a un señor más blanco que los folios no reutilizados pasar alegremente el puente asín, a pelo. ¿Pero qué coño hace? ¡¿No ve que con esa piel tan blanquita poniendose al sol se le va a quemar hasta el jalapeño?! Y encima se dirigía al País del Bosque, que bueno, es todo bosques. Algo tan llamativo como un señor blanco sería la principal presa de los dinosaurios.
Me quité la capa de viaje en un solo movimiento y la tiré al suelo.
— ¡Pero donde vas, loco!
Era obvio que no iba a oirme, pero en ese momento me dejé llevar por el justiciero enmascarado que llevo dentro. Solo que sin mascara y racista. Salí corriendo hacia el puente con toda la decisión del mundo, calculé un derrape perfecto para perder tan poca velocidad como fuera posible y coger la curva como si hubiera nacido para ello. En mi cabeza veía los angulos y las hipotenusas del movimiento, la perfección era mi aliada.
Hasta que un arbol extraño se coló en el escenario, unas raices justo delante del pilar impidieron el movimiento de mis pies y la única ley que nadie puede romper se vengó de mi, yendo de morros contra el suelo. Ahora la inercia, seguramente me escuchara cuando le dije a la gravedad que me parecía innecesaria, porque tambien se vengó de mi. Rodé hasta quedarme en medio del puente, boca abajo. Inerte, inmovil, pero consciente, levemente.
Me levanté de un salto.
— Aquel hombre... — miré hacia el puente y no había nadie ya. — Pasto para los dinosaurios
Caería de nuevo de espaldas, quedandome boca arriba. Algo no encajaba, pero la mitad de mis músculos se quejaba al unísono así que lo dejé para despues.
Cuando alcancé el limite e iba a apartar la mirada vio a un señor más blanco que los folios no reutilizados pasar alegremente el puente asín, a pelo. ¿Pero qué coño hace? ¡¿No ve que con esa piel tan blanquita poniendose al sol se le va a quemar hasta el jalapeño?! Y encima se dirigía al País del Bosque, que bueno, es todo bosques. Algo tan llamativo como un señor blanco sería la principal presa de los dinosaurios.
Me quité la capa de viaje en un solo movimiento y la tiré al suelo.
— ¡Pero donde vas, loco!
Era obvio que no iba a oirme, pero en ese momento me dejé llevar por el justiciero enmascarado que llevo dentro. Solo que sin mascara y racista. Salí corriendo hacia el puente con toda la decisión del mundo, calculé un derrape perfecto para perder tan poca velocidad como fuera posible y coger la curva como si hubiera nacido para ello. En mi cabeza veía los angulos y las hipotenusas del movimiento, la perfección era mi aliada.
Hasta que un arbol extraño se coló en el escenario, unas raices justo delante del pilar impidieron el movimiento de mis pies y la única ley que nadie puede romper se vengó de mi, yendo de morros contra el suelo. Ahora la inercia, seguramente me escuchara cuando le dije a la gravedad que me parecía innecesaria, porque tambien se vengó de mi. Rodé hasta quedarme en medio del puente, boca abajo. Inerte, inmovil, pero consciente, levemente.
Me levanté de un salto.
— Aquel hombre... — miré hacia el puente y no había nadie ya. — Pasto para los dinosaurios
Caería de nuevo de espaldas, quedandome boca arriba. Algo no encajaba, pero la mitad de mis músculos se quejaba al unísono así que lo dejé para despues.
—Nabi—