21/04/2017, 19:40
Kaido soltó una pequeña risilla ante los últimos comentarios de su compañero. Le hacía gracia pensar que alguien gastase su tiempo en tergiversar la utilización del ninjutsu —arte conocida que sustenta el infinito ciclo de la guerra y los enfrentamientos— para hacer más sencillos los quehaceres del hogar.
El tiburón, desde luego, preferiría ingeniar una técnica súbita y infalible que ningún ninja pudiera contrarrestar. Pero estaba lejos de lograrlo, de eso no quedaba duda.
—Pues no sé tú, pero nada más útil que tener un sinfín de figuritas chulas en el cuerpo y darles vida. O bueno, eso es lo que me ha parecido —admitió, confuso—. de cualquier forma, espero que la aguilucha esa de mierda haya encontrado a la marica de Reiji. Huir así de esa manera... no es digno de un shinobi de Amegakure.
Pronto el paladar le palpitó al escualo, lo que le obligó a levantarse de su cómodo sofá. Ya antes de acostarse le había puesto el ojo a una pequeña nevera, a la que se acercó para hurgar; deseoso de encontrar un buen bocadillo. Pero mientras rebuscaba en el interior del refrigerador, dejó salir de su boca una interrogante que, a pesar de las discrepancias entre ambos, aún continuaba comiéndole la curiosidad.
—Oye, dime algo. ¿Qué te pasó en el ojo?
El tiburón, desde luego, preferiría ingeniar una técnica súbita y infalible que ningún ninja pudiera contrarrestar. Pero estaba lejos de lograrlo, de eso no quedaba duda.
—Pues no sé tú, pero nada más útil que tener un sinfín de figuritas chulas en el cuerpo y darles vida. O bueno, eso es lo que me ha parecido —admitió, confuso—. de cualquier forma, espero que la aguilucha esa de mierda haya encontrado a la marica de Reiji. Huir así de esa manera... no es digno de un shinobi de Amegakure.
Pronto el paladar le palpitó al escualo, lo que le obligó a levantarse de su cómodo sofá. Ya antes de acostarse le había puesto el ojo a una pequeña nevera, a la que se acercó para hurgar; deseoso de encontrar un buen bocadillo. Pero mientras rebuscaba en el interior del refrigerador, dejó salir de su boca una interrogante que, a pesar de las discrepancias entre ambos, aún continuaba comiéndole la curiosidad.
—Oye, dime algo. ¿Qué te pasó en el ojo?