25/04/2017, 19:11
(Última modificación: 25/04/2017, 19:40 por Inuzuka Nabi.)
Tras trazar el plan, mientras caminaban lentamente, como si fueran una pareja de recien enamorados en el florecer de los cerezos de Uzushiogakure, atravesando el distrito comercial como si no estuvieran en una misión oficial, llegaron al lugar marcado en el mapa. Era díficil distinguir si ahí vendían animales o los prostituian. El cartel luminiscente que se encontraba encima de la puerta era un dibujo de un gato y un perro, cada uno tumbado a un lado, moviendo sus patas traseras al unísono hecho con neones parpadeantes de colores calidos.
La tienda en sí daba mala espina. Estaba en el distrito comercial pero era enana en comparación a las tiendas que tenía a los lados. A uno tenía una peluqueria que era una de las top 3 de Amegakure, no solo te hacen la manicura y pedicura mientras te cortan el pelo sino que además te dan un vale para que propaguen el cotilleo que quieras si coges un bono de 10 sesiones. La cantidad de mujeres de mediana edad haciendo cola era incontable, inmensa, habría siete o seis sin exagerar y por lo que se escuchaba estaba lleno por dentro.
La del lado contrario era un Todo a 100 ryos, el tipo de tienda que te atrapa antes de que te des cuenta. Pasas, tienes 100 ryos y piensas, vaya, si yo necesitaba una esponja nueva y ya te han pescado. La gente entraba y salía del local tranquilamente, no había mucha, pero siempre había alguien.
Ambas eran grandes y cálidas, con carteles que te invitaban al calor de su interior, y entre ellas, una especie de caja de cartón con un cartel de neon semi erotico de gatos y perros.
La única puerta frontal que daba acceso al lugar era de doble sentido, es decir, empujando o tirando la puerta se abriria igual. Al abrirla, Keisuke podría ver el interior y oir el repiqueteo de una campanas que anunciaban que alguien habia entrado a la tienda.
El interior de la tienda era mucho más normal. Las paredes estaban pintadas de un naranja palido que daba cierta calidez, a diferencia del exterior, que estaba tan apagado que ni se distinguia el color.
A la izquierda de nuestro gennin protagonista se encontraba la zona de los gatos, un enorme mueble cuadrado de medio metro de altura donde se reunían más de una docena de gatos rodeados por un cristal de medio metro de altura. Ese mueble y las paredes estaban separados por otro medio metro permitiendo el paso a quien quisiera echar un vistazo. El aparato en sí no es que fuera una gran jaula, de hecho, si cualquiera de esos animales quería salir de ahí, no le iba a costar nada en absoluto, pero la mayoria eran crias que no sabían ni comer por si solas. Y por la parte central una gata adulta que debía de ser la madre de aquellos bichos.
Pero nuestro pobre protagonista no era el centro de atención. Incluso con el sonido de la campana, la gata mantenía su mirada en el hombre conocido para Keisuke que parecía estar teniendo una conversación tensa con el señor tras el mostrador. Eso seria muy probablemente lo primero que viera el shinobi al entrar, ya que estaban justo enfrente de donde estaba la puerta, a apenas unos metros.
Aquel hombre era con el que se encontró momentos antes en la otra tienda.
— Tsk, me voy. No quiero saber nada de este lio.
Tras decir eso se aproximó a la puerta, si Keisuke le dejaba, el hombre saldría antes de que entrara Mogura. Y si eso pasaba, entonces su compañero tendría la oportunidad de detener al sospechoso hombre de los gatos.
— Bienvenido, muchachito. ¿Buscando una nueva mascota? Llegas en el momento idoneo, tengo una nueva generación lista para independizarse de su mami. Y si quieres un perro, en dos días me traen unos cachorros de Shinogi-To. Tú diras.
Desde detrás del mostrador el vendedor ya estaba encendido, ignorando totalmente al hombre que se disponía a irse. Su concentración sobre Keisuke era del 200%, una cara nueva significaba beneficios a tutiplen.
— Y aquí encontraras todo lo necesario de juguetes y equipamiento, huesos de goma, collares de pinchos, palos de rascar, incluso bolsos para llevarte a tu gatito o perrito donde quieras.
Mientras hablaba iba señalando las cosas en los estantes que el shinobi tenía a su derecha.
La tienda en sí daba mala espina. Estaba en el distrito comercial pero era enana en comparación a las tiendas que tenía a los lados. A uno tenía una peluqueria que era una de las top 3 de Amegakure, no solo te hacen la manicura y pedicura mientras te cortan el pelo sino que además te dan un vale para que propaguen el cotilleo que quieras si coges un bono de 10 sesiones. La cantidad de mujeres de mediana edad haciendo cola era incontable, inmensa, habría siete o seis sin exagerar y por lo que se escuchaba estaba lleno por dentro.
La del lado contrario era un Todo a 100 ryos, el tipo de tienda que te atrapa antes de que te des cuenta. Pasas, tienes 100 ryos y piensas, vaya, si yo necesitaba una esponja nueva y ya te han pescado. La gente entraba y salía del local tranquilamente, no había mucha, pero siempre había alguien.
Ambas eran grandes y cálidas, con carteles que te invitaban al calor de su interior, y entre ellas, una especie de caja de cartón con un cartel de neon semi erotico de gatos y perros.
La única puerta frontal que daba acceso al lugar era de doble sentido, es decir, empujando o tirando la puerta se abriria igual. Al abrirla, Keisuke podría ver el interior y oir el repiqueteo de una campanas que anunciaban que alguien habia entrado a la tienda.
El interior de la tienda era mucho más normal. Las paredes estaban pintadas de un naranja palido que daba cierta calidez, a diferencia del exterior, que estaba tan apagado que ni se distinguia el color.
A la izquierda de nuestro gennin protagonista se encontraba la zona de los gatos, un enorme mueble cuadrado de medio metro de altura donde se reunían más de una docena de gatos rodeados por un cristal de medio metro de altura. Ese mueble y las paredes estaban separados por otro medio metro permitiendo el paso a quien quisiera echar un vistazo. El aparato en sí no es que fuera una gran jaula, de hecho, si cualquiera de esos animales quería salir de ahí, no le iba a costar nada en absoluto, pero la mayoria eran crias que no sabían ni comer por si solas. Y por la parte central una gata adulta que debía de ser la madre de aquellos bichos.
Pero nuestro pobre protagonista no era el centro de atención. Incluso con el sonido de la campana, la gata mantenía su mirada en el hombre conocido para Keisuke que parecía estar teniendo una conversación tensa con el señor tras el mostrador. Eso seria muy probablemente lo primero que viera el shinobi al entrar, ya que estaban justo enfrente de donde estaba la puerta, a apenas unos metros.
Aquel hombre era con el que se encontró momentos antes en la otra tienda.
— Tsk, me voy. No quiero saber nada de este lio.
Tras decir eso se aproximó a la puerta, si Keisuke le dejaba, el hombre saldría antes de que entrara Mogura. Y si eso pasaba, entonces su compañero tendría la oportunidad de detener al sospechoso hombre de los gatos.
— Bienvenido, muchachito. ¿Buscando una nueva mascota? Llegas en el momento idoneo, tengo una nueva generación lista para independizarse de su mami. Y si quieres un perro, en dos días me traen unos cachorros de Shinogi-To. Tú diras.
Desde detrás del mostrador el vendedor ya estaba encendido, ignorando totalmente al hombre que se disponía a irse. Su concentración sobre Keisuke era del 200%, una cara nueva significaba beneficios a tutiplen.
— Y aquí encontraras todo lo necesario de juguetes y equipamiento, huesos de goma, collares de pinchos, palos de rascar, incluso bolsos para llevarte a tu gatito o perrito donde quieras.
Mientras hablaba iba señalando las cosas en los estantes que el shinobi tenía a su derecha.
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