19/06/2015, 12:09
Una bofetada, aunque no en el sentido literal de la palabra, fue lo que recibió Ayame en respuesta.
La mujer se había acercado a ellos con ojos chispeantes de ira, y la kunoichi hubo de luchar contra todos sus instintos para no ceder terreno y retroceder ante su presencia. Estaba claro que no le habían hecho gracia sus suposiciones, y en cierta manera no podía culparla, no todos los días recibes la noticia de la sospecha de que tu propia madre está intentando envenenarte a manos de unos desconocidos. Sin embargo, una oscura sombra de dolor cruzó sus iris avellana cuando le escupió aquellas palabras de desprecio.
Ayame bajó la mirada en el momento en el que la joven aplastó bajo sus zapatos los caramelos que les había dado su madre y entonces entrecerró ligeramente los ojos. Ni siquiera respondió verbalmente a la provocación, se limitó a inclinar la cabeza en una ligera reverencia cuando se marchó del lugar completamente empapada. Por su parte, Ayame se dio media vuelta y comenzó a caminar en la dirección contraria a la que había acudido la joven con un doloroso nudo atenazando la base de su garganta.
Juro no tardó en alcanzarla, pero ni siquiera sus palabras consiguieron aliviar su pesar.
—Supongo... no sabía bien cómo reaccionar a todo esto —confesó, con un hilo de voz—. Sí, ahora se reunirá con su madre. Pero nunca sabremos si estábamos en lo cierto. Y si trataba de envenenarla de verdad, tarde o temprano se le presentará una nueva oportunidad.
Suspiró, con pesar, y se revolvió los cabellos abrumada.
—Por mi parte, ya he tenido suficiente. Estoy deseando irme de este lugar cuanto antes.
La mujer se había acercado a ellos con ojos chispeantes de ira, y la kunoichi hubo de luchar contra todos sus instintos para no ceder terreno y retroceder ante su presencia. Estaba claro que no le habían hecho gracia sus suposiciones, y en cierta manera no podía culparla, no todos los días recibes la noticia de la sospecha de que tu propia madre está intentando envenenarte a manos de unos desconocidos. Sin embargo, una oscura sombra de dolor cruzó sus iris avellana cuando le escupió aquellas palabras de desprecio.
Ayame bajó la mirada en el momento en el que la joven aplastó bajo sus zapatos los caramelos que les había dado su madre y entonces entrecerró ligeramente los ojos. Ni siquiera respondió verbalmente a la provocación, se limitó a inclinar la cabeza en una ligera reverencia cuando se marchó del lugar completamente empapada. Por su parte, Ayame se dio media vuelta y comenzó a caminar en la dirección contraria a la que había acudido la joven con un doloroso nudo atenazando la base de su garganta.
Juro no tardó en alcanzarla, pero ni siquiera sus palabras consiguieron aliviar su pesar.
—Supongo... no sabía bien cómo reaccionar a todo esto —confesó, con un hilo de voz—. Sí, ahora se reunirá con su madre. Pero nunca sabremos si estábamos en lo cierto. Y si trataba de envenenarla de verdad, tarde o temprano se le presentará una nueva oportunidad.
Suspiró, con pesar, y se revolvió los cabellos abrumada.
—Por mi parte, ya he tenido suficiente. Estoy deseando irme de este lugar cuanto antes.