26/04/2017, 15:27
El uzureño se presentó, y Kaido se acercó a estrecharle la mano. Pero mientras lo hacía, le miró con cara acomplejada y frunció los labios, con un gesto de evidente disconformidad con lo dicho anteriormente. Y es que en semejante situación, creía poco probable que...
—Yo me llamo Kaido. Umikiba Kaido, de Amegakure —el escualo le soltó la mano, y miró la bandana de su interlocutor—. y, no prometo nada. En estas condiciones, es probable que tengamos que pelear. Aunque no sé yo si con éste calor pueda defenderme, ¡coño!
Sacudió la cabeza, y continuó:
—No sé para que tuve que venir a este maldito desierto de los cojones.
En medio de sus perjuras, un intenso sonido de golpe metálico inundó el cuarto, y e resto de pasillo. El eco continuó a lo largo y ancho de las paredes, y le obligó al escualo a callar. Miró a su compañero, y le pidió silencio.
—¡¿Hay alguien ahí?!
—Yo me llamo Kaido. Umikiba Kaido, de Amegakure —el escualo le soltó la mano, y miró la bandana de su interlocutor—. y, no prometo nada. En estas condiciones, es probable que tengamos que pelear. Aunque no sé yo si con éste calor pueda defenderme, ¡coño!
Sacudió la cabeza, y continuó:
—No sé para que tuve que venir a este maldito desierto de los cojones.
En medio de sus perjuras, un intenso sonido de golpe metálico inundó el cuarto, y e resto de pasillo. El eco continuó a lo largo y ancho de las paredes, y le obligó al escualo a callar. Miró a su compañero, y le pidió silencio.
—¡¿Hay alguien ahí?!