26/04/2017, 16:43
Mientras se encontraba sentado se puso a reflexionar sobre lo dicho por el supuesto maestro. Claramente había escuchado como Kurozuchi había llamado gyojin a Kaido. Desconocía sí ese era su segundo nombre o algún título, quizás algo relacionado a su clan o quién sabe. No se atrevía a levantar la mirada para preguntar algo, le incomodaba la presencia del sensei en la habitación. Su simple estadía aparentemente había cortado las ganas de platicar de ambos genin, Kaido se terminó su bebida y Kagetsuna se atascó hasta el último caramelo.
Ya luego no tendría que hacer mucho esfuerzo, simplemente se desparramó como globo con agua en al amueblado y el aburrimiento le hizo caer en el sueño.
No importaba cuantas horas pasaran, el tiempo exterior era ajeno a él. No alcanzó a escuchar la voz del hombre de los tatuajes, pues probablemente sufría del mismo mal que el escualo. Que el mundo se fuese preparando para el dúo shinobi dormilón por excelencia, pues tendrían que ir pidiendo prestadas las trompetas del apocalipsis para poder levantar a ese par. Por Ame no Kami, que si esos dos algún día eran emboscados durante una misión nocturna se los iba a llevar el diablo. No importaba lo dura que fuese la piedra o lo suave de las almohadas, se las arreglarían para ser la envidia de todos los trabajadores trasnochados que nunca logran pegar los ojos.
La humanidad podría descansar de ese par, aunque realmente no era el momento correcto para ello.
Ya luego no tendría que hacer mucho esfuerzo, simplemente se desparramó como globo con agua en al amueblado y el aburrimiento le hizo caer en el sueño.
No importaba cuantas horas pasaran, el tiempo exterior era ajeno a él. No alcanzó a escuchar la voz del hombre de los tatuajes, pues probablemente sufría del mismo mal que el escualo. Que el mundo se fuese preparando para el dúo shinobi dormilón por excelencia, pues tendrían que ir pidiendo prestadas las trompetas del apocalipsis para poder levantar a ese par. Por Ame no Kami, que si esos dos algún día eran emboscados durante una misión nocturna se los iba a llevar el diablo. No importaba lo dura que fuese la piedra o lo suave de las almohadas, se las arreglarían para ser la envidia de todos los trabajadores trasnochados que nunca logran pegar los ojos.
La humanidad podría descansar de ese par, aunque realmente no era el momento correcto para ello.