26/04/2017, 21:31
En complicidad con su interlocutor, el tiburón se dejó llevar por la insaciable amenaza de lo desconocido, viéndose particularmente obligado a idear de buenas a primera; un plan que le permitiesen a ellos dos salir sanos y salvos del inminente encuentro con la persona que bramó en voz alta, preguntando si allí había alguien más que el.
Entonces miró fijamente al uzureño de cabello blanquecino y le empezó a mostrar un buen número de señas y muecas que serían perfectamente entendidas por quien las observase, siendo que la ilustración era tan especifica que Riko iba a imaginar sin problema alguno lo que quería hacer el tiburón.
Kaido se movió hacia el costado derecho de la puerta, y señaló a riko. Luego, señaló sus piernas. Quería decir que el atacaría a la parte baja del infractor. El, por su parte, se señaló a si mismo y se apuntó a la parte alta del cuerpo.
Su intención: derribar y silenciar a quien le estuviese buscando.
Tras el abrazo del silencio fortuito, ambos podrían escuchar como los pasos arrastrados del tercero se hacían cada vez más cercano. El chirrido generado por las pisadas en el cemento cubierto de arenilla les advertía que, cada vez, el tipo estaba más cerca.
Kaido contó con los dedos: 3...2....1...
Y cuando el hombre asomó el rostro, el gyojin arremetió.
— !Toma ya, hijo de puta!
Entonces miró fijamente al uzureño de cabello blanquecino y le empezó a mostrar un buen número de señas y muecas que serían perfectamente entendidas por quien las observase, siendo que la ilustración era tan especifica que Riko iba a imaginar sin problema alguno lo que quería hacer el tiburón.
Kaido se movió hacia el costado derecho de la puerta, y señaló a riko. Luego, señaló sus piernas. Quería decir que el atacaría a la parte baja del infractor. El, por su parte, se señaló a si mismo y se apuntó a la parte alta del cuerpo.
Su intención: derribar y silenciar a quien le estuviese buscando.
Tras el abrazo del silencio fortuito, ambos podrían escuchar como los pasos arrastrados del tercero se hacían cada vez más cercano. El chirrido generado por las pisadas en el cemento cubierto de arenilla les advertía que, cada vez, el tipo estaba más cerca.
Kaido contó con los dedos: 3...2....1...
Y cuando el hombre asomó el rostro, el gyojin arremetió.
— !Toma ya, hijo de puta!