27/04/2017, 06:21
Cuando el cuerpo de artista no recibió respuesta alguna a su graciosa idea para lograr despertar al escualo, se encontró con un silencio fortuito. Porque detrás de su anterior maniobra para intentar despertar también al joven Kagetsuna, tan sólo se chocó de lleno con la misma situación que le afligía en un principio:
Ninguno de sus dos pupilos, quería despertar. Sin importar lo que hiciese.
El tatuado frunció el ceño evidentemente ofuscado por la situación. Y es que su intención era —y así creía haberlo dejado claro desde un principio— hacer de niñero lo menos posible, al menos hasta donde la llama de la juventud y la travesura de los miembros de su equipo se lo permitiese. Pero hasta el punto de tener que incluso luchar para que los dos bribones se tuvieran que levantar de la cama...
Él no había firmado para eso.
Entonces movió sus manos sin pensarlo dos veces, formuló una serie de sellos y respiró profundo. De su boca salió a presión un potente caudal de agua que impactó directamente en Kagetsuna, al nivel de su estómago. Y luego en Kaido, haciendo que ambos se llevasen un buen golpe con la pared detrás suyo, y se vieran arrastrados además fuera del sofá.
—¡Maldita sea, despierten de una vez, coño!
El escualo dio dos vueltas certeras sobre sí y despertó a un metro de su cómoda cama. Con los orbes a punto de salir de sus cuencas, y un par de venas marcándose en su frente; el gyojin gritó con furia y desconcierto, dando varios golpes al aire como si buscase vengarse del semejante susto que le habían dado.
—Ah, qué, ¡qué sucede! —espetó, confuso— ¿tú me has hecho esto, sensei-mierda-san?
Inmediatamente después de su perjura, la puerta de la habitación de abrió. Un joven dependiente miró a Kurozuchi, señalando su muñeca. Estaba retrasados para la vigilia de la noche. Fue entonces que el sensei alzó los brazos, demostrándole a sus jóvenes shinobi que era hora de ponerle seriedad al asunto.
La verdadera misión estaba a punto de empezar.
Ninguno de sus dos pupilos, quería despertar. Sin importar lo que hiciese.
El tatuado frunció el ceño evidentemente ofuscado por la situación. Y es que su intención era —y así creía haberlo dejado claro desde un principio— hacer de niñero lo menos posible, al menos hasta donde la llama de la juventud y la travesura de los miembros de su equipo se lo permitiese. Pero hasta el punto de tener que incluso luchar para que los dos bribones se tuvieran que levantar de la cama...
Él no había firmado para eso.
Entonces movió sus manos sin pensarlo dos veces, formuló una serie de sellos y respiró profundo. De su boca salió a presión un potente caudal de agua que impactó directamente en Kagetsuna, al nivel de su estómago. Y luego en Kaido, haciendo que ambos se llevasen un buen golpe con la pared detrás suyo, y se vieran arrastrados además fuera del sofá.
—¡Maldita sea, despierten de una vez, coño!
El escualo dio dos vueltas certeras sobre sí y despertó a un metro de su cómoda cama. Con los orbes a punto de salir de sus cuencas, y un par de venas marcándose en su frente; el gyojin gritó con furia y desconcierto, dando varios golpes al aire como si buscase vengarse del semejante susto que le habían dado.
—Ah, qué, ¡qué sucede! —espetó, confuso— ¿tú me has hecho esto, sensei-mierda-san?
Inmediatamente después de su perjura, la puerta de la habitación de abrió. Un joven dependiente miró a Kurozuchi, señalando su muñeca. Estaba retrasados para la vigilia de la noche. Fue entonces que el sensei alzó los brazos, demostrándole a sus jóvenes shinobi que era hora de ponerle seriedad al asunto.
La verdadera misión estaba a punto de empezar.