21/06/2015, 00:32
Según bajaban la cuesta que tanto esfuerzo le había costado trepar, Ayame se vio obligada en más de una ocasión a frenar ligeramente sus acelerados pasos para no caer sometida por el efecto de la gravedad, a esquivar alguna que otra rama que se interponía en su camino o incluso a saltar algún que otro matorral para no tropezar con él. Por suerte, enseguida volvieron al camino principal, y el trayecto se hizo más fácil.
Pero cuando atravesaron la última línea de árboles que daba paso a la ladera, la muchacha se detuvo en seco entre resuellos fatigados. Y es que la figura de tres personas se alzaba un poco más allá. La primera que captó su atención fue la inconfundible presencia de aquel joven que no aparentaba tener más de veinte años y tenía el pelo tan blanco como su piel y los ropajes que vestía. Junto a él se alzaba la mujer que les había dado los caramelos; y, algo más cerca, otra joven de edad similar a la de su hermano mayor pero que resultaba ser una completa desconocida para Ayame. De largos cabellos oscuros como la noche, vestía una chaqueta de cuero sobre una camiseta blanca; y, a juzgar por aquella posición que contrastaba totalmente con la aparente marmórea indiferencia de Kōri, parecía impaciente.
«¿Quién es?» Comenzó a preguntarse, aunque entonces llegó hasta sus oídos las palabras de la mujer del bastón y sintió que algo estallaba en su interior.
—¡Era agua! —exclamó, sin poder evitarlo por más tiempo, y Kōri se volvió inmediatamente hacia ella. Ayame se acercó varios pasos, con los puños apretados a ambos lados de su cadera—. ¡Y usted lo sabe bien porque se bebió casi toda la que quedaba en mi cantimplora!
Podía parecer una reacción exagerada, pero después de todo lo que habían pasado en aquel día, después de que se le estropeara de aquella manera su excursión al Valle del Fin, no estaba dispuesta a soportar ultrajes como aquel simplemente agachando la cabeza.
—Nunca tomaría drogas, ¡de ningún tipo! Tú me conoces, hermano...
—Relájate, Ayame. Ya lo sé. ¿Pero dónde estabas? Te has retrasado.
—Es una larga historia... —comenzó a decir, pero la mirada gélida de su hermano estaba clavada sobre ella, y la muchacha tragó saliva al darse cuenta de que sólo estaría dispuesto a posponer las explicaciones hasta más tarde.
Pero cuando atravesaron la última línea de árboles que daba paso a la ladera, la muchacha se detuvo en seco entre resuellos fatigados. Y es que la figura de tres personas se alzaba un poco más allá. La primera que captó su atención fue la inconfundible presencia de aquel joven que no aparentaba tener más de veinte años y tenía el pelo tan blanco como su piel y los ropajes que vestía. Junto a él se alzaba la mujer que les había dado los caramelos; y, algo más cerca, otra joven de edad similar a la de su hermano mayor pero que resultaba ser una completa desconocida para Ayame. De largos cabellos oscuros como la noche, vestía una chaqueta de cuero sobre una camiseta blanca; y, a juzgar por aquella posición que contrastaba totalmente con la aparente marmórea indiferencia de Kōri, parecía impaciente.
«¿Quién es?» Comenzó a preguntarse, aunque entonces llegó hasta sus oídos las palabras de la mujer del bastón y sintió que algo estallaba en su interior.
—¡Era agua! —exclamó, sin poder evitarlo por más tiempo, y Kōri se volvió inmediatamente hacia ella. Ayame se acercó varios pasos, con los puños apretados a ambos lados de su cadera—. ¡Y usted lo sabe bien porque se bebió casi toda la que quedaba en mi cantimplora!
Podía parecer una reacción exagerada, pero después de todo lo que habían pasado en aquel día, después de que se le estropeara de aquella manera su excursión al Valle del Fin, no estaba dispuesta a soportar ultrajes como aquel simplemente agachando la cabeza.
—Nunca tomaría drogas, ¡de ningún tipo! Tú me conoces, hermano...
—Relájate, Ayame. Ya lo sé. ¿Pero dónde estabas? Te has retrasado.
—Es una larga historia... —comenzó a decir, pero la mirada gélida de su hermano estaba clavada sobre ella, y la muchacha tragó saliva al darse cuenta de que sólo estaría dispuesto a posponer las explicaciones hasta más tarde.