29/04/2017, 00:09
(Última modificación: 29/07/2017, 02:11 por Amedama Daruu.)
—Por cierto, me llamo Aotsuki Ayame —se había presentado Ayame, antes de partir.
—Yo Amedama Daruu.
—Koichi Kunpo, el mejor transportista del oeste —había contestado el mercader—. Sois unos zagales encantadores, zagales.
Si pensaban que iban a dejar de ser llamados zagales, lo tenían bastante claro.
Daruu notó que Ayame estaba distraída, como preocupada. Entonces se dio cuenta de que no llevaba la mochila de viaje consigo.
—¿Cuántas horas faltan exactamente para llegar a Yukio? —preguntó con un hilo de voz, sólo por ser consciente de cuánto tendría que soportar aquel tormento—. He perdido la noción del tiempo...
—Pos' no sé essatamente, chiquilla —contestó el conductor del carruaje—. Acabamos de pasar por Shinogi-to, así que, depende del ánimo que lleven los caballos... Mmh, ¿unas ocho, nueve horas? Ya te digo, suelo hacer esta ruta a menudo. Es un poco dura, la verdad. ¿Tú no has traído capa, zagala?
Daruu se mordió el labio inferior, nervioso.
—¿Puede detener el carro un momento, Kunpo-san? Por favor.
—¿Detener el carro? —contestó sorprendido el conductor—. Pero, ¿para qué?
—¿Podría usted ir en uno de los laterales perfectamente, o supondría algún problema?
—Aaah, ya veo lo que vas a hacer. Jeje. Ay, la juventud, qué zaballesca. —Ninguno de los dos genin entendió qué quería decir exactamente Kunpo, pero aún así mandó frenar a los caballos y señaló a Daruu con dos suaves aspavientos para que bajase. También hizo lo mismo con Ayame. Luego, se deslizó ligeramente a la izquierda.
—V-vamos, Ayame-san. Ponte en el centro. ¡Vamos! —La apremió Daruu. Después de que le hiciera caso, él se quitó la capa y se sentó en la parte derecha.
Le dio la vuelta a la prenda, y colocó uno de los extremos en su hombro. Después, tendió el otro extremo a Ayame y apartó la mirada, ruborizado como un tomate.
—Vamos, t-tonta. Arrópate, que si no vas a llegar más congelada que... que tu hermano.
Kunpo sonrió para sus adentros y dio la orden a los caballos para que retomasen la marcha.
—Yo Amedama Daruu.
—Koichi Kunpo, el mejor transportista del oeste —había contestado el mercader—. Sois unos zagales encantadores, zagales.
Si pensaban que iban a dejar de ser llamados zagales, lo tenían bastante claro.
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Daruu notó que Ayame estaba distraída, como preocupada. Entonces se dio cuenta de que no llevaba la mochila de viaje consigo.
—¿Cuántas horas faltan exactamente para llegar a Yukio? —preguntó con un hilo de voz, sólo por ser consciente de cuánto tendría que soportar aquel tormento—. He perdido la noción del tiempo...
—Pos' no sé essatamente, chiquilla —contestó el conductor del carruaje—. Acabamos de pasar por Shinogi-to, así que, depende del ánimo que lleven los caballos... Mmh, ¿unas ocho, nueve horas? Ya te digo, suelo hacer esta ruta a menudo. Es un poco dura, la verdad. ¿Tú no has traído capa, zagala?
Daruu se mordió el labio inferior, nervioso.
—¿Puede detener el carro un momento, Kunpo-san? Por favor.
—¿Detener el carro? —contestó sorprendido el conductor—. Pero, ¿para qué?
—¿Podría usted ir en uno de los laterales perfectamente, o supondría algún problema?
—Aaah, ya veo lo que vas a hacer. Jeje. Ay, la juventud, qué zaballesca. —Ninguno de los dos genin entendió qué quería decir exactamente Kunpo, pero aún así mandó frenar a los caballos y señaló a Daruu con dos suaves aspavientos para que bajase. También hizo lo mismo con Ayame. Luego, se deslizó ligeramente a la izquierda.
—V-vamos, Ayame-san. Ponte en el centro. ¡Vamos! —La apremió Daruu. Después de que le hiciera caso, él se quitó la capa y se sentó en la parte derecha.
Le dio la vuelta a la prenda, y colocó uno de los extremos en su hombro. Después, tendió el otro extremo a Ayame y apartó la mirada, ruborizado como un tomate.
—Vamos, t-tonta. Arrópate, que si no vas a llegar más congelada que... que tu hermano.
Kunpo sonrió para sus adentros y dio la orden a los caballos para que retomasen la marcha.