1/05/2017, 20:43
La chica se adelantó, pagando su cuota así como la de la mayor. Ciertamente, algo gratificante, pero... ¿acaso se había enamorado de ella o qué pasaba ahí? Estaba acostumbrada a ese gesto por parte de chicos, pero nunca antes por parte de una chica que acababa de conocer... ¿Sería un poco... lesbiana? La chica torció el gesto un par de veces, volviendo a la realidad, despejando esa absurda idea que le había invadido la cabeza segundos antes.
—Oh, muchas gracias. —Alcanzó a decir.
Tras el previo pago, la mujer alcanzó la puerta y abrió paso a ambas chicas. Aiko, que iba en cabeza, fue la primera en entrar. Al traspasar el umbral, avistó que se encontraba en un enorme vestíbulo, de color blanco, y donde había al menos un par de decenas de taquillas a sendos laterales de la sala. En el centro, había una enorme alfombra verde que se extendía hasta topar con un mamparo al final de la sala, y acompañando ésta alfombra en cierta medida, unos cuantos banquillos de madera daban la posibilidad de sentarse mientras se cambiaban. Antes de llegar al extremo, había una puerta hacia la izquierda con un cartel de baños, y al lado contrario una puerta con el cartel de duchas. De las mencionadas taquillas, habían varias que claramente estaban ocupadas, puesto que las llaves que colgaban de la cerradura estaban ausentes, además de que éstas estaban cerradas.
La mayor se adelantó y dejó las cervezas en el banquillo, entrando a la derecha, y asomó a echarle un vistazo al interior de la taquilla. Sin demora, consiguió ver que dentro había una toalla blanca grande, una mediana, y una pequeña, así como pequeños tarros de geles y champú.
—Parece que están en todo, tiene buena pinta... a ver qué tal es el onsen.
Dicho ésto, comenzó a desvestirse sin miedo alguno, para tras terminar rodear su cuerpo con la toalla de mayor tamaño. Tampoco iba a ir en pelotas hacia la terma... quién sabía lo que podía pasar entre tanto, ¿no? Eso si, no olvidaría tomar las cervezas, su bien mas preciado.
—Oh, muchas gracias. —Alcanzó a decir.
Tras el previo pago, la mujer alcanzó la puerta y abrió paso a ambas chicas. Aiko, que iba en cabeza, fue la primera en entrar. Al traspasar el umbral, avistó que se encontraba en un enorme vestíbulo, de color blanco, y donde había al menos un par de decenas de taquillas a sendos laterales de la sala. En el centro, había una enorme alfombra verde que se extendía hasta topar con un mamparo al final de la sala, y acompañando ésta alfombra en cierta medida, unos cuantos banquillos de madera daban la posibilidad de sentarse mientras se cambiaban. Antes de llegar al extremo, había una puerta hacia la izquierda con un cartel de baños, y al lado contrario una puerta con el cartel de duchas. De las mencionadas taquillas, habían varias que claramente estaban ocupadas, puesto que las llaves que colgaban de la cerradura estaban ausentes, además de que éstas estaban cerradas.
La mayor se adelantó y dejó las cervezas en el banquillo, entrando a la derecha, y asomó a echarle un vistazo al interior de la taquilla. Sin demora, consiguió ver que dentro había una toalla blanca grande, una mediana, y una pequeña, así como pequeños tarros de geles y champú.
—Parece que están en todo, tiene buena pinta... a ver qué tal es el onsen.
Dicho ésto, comenzó a desvestirse sin miedo alguno, para tras terminar rodear su cuerpo con la toalla de mayor tamaño. Tampoco iba a ir en pelotas hacia la terma... quién sabía lo que podía pasar entre tanto, ¿no? Eso si, no olvidaría tomar las cervezas, su bien mas preciado.