3/05/2017, 06:46
Sólo una fuerza mayor sería capaz de arrastrarlo a la realidad, y esa fuerza fue la técnica acuosa que le dio vuelta al joven Isa con todo y él sofá. El agua a presión incluso le despeinó zafando los dos kanzahi que sujetaban su pelo.
—¡POR LA GRAN PUTA!— Blasfemó.
Tosía de cara al suelo, tratando de despejar su garganta de líquido. Su larga cabellera había cubierto todo su rostro, haciéndolo lucir como una niña de historia de terror; de esas que salen de un pozo para agarrarte los pies. Ya era la segunda vez que le despertaban de forma brusca en el día. La primera con los cubos de hielo y la segunda con la dolorosa técnica que impactó en su panza. Simplemente estaba harto.
—¡Por un demonio! ¡POR UN DEMOOOONIOOOOOOOOOO!— Intentó correrse el pelo para dejar al descubierto su ojo sano. —¿Mucho era pedir un chicle? ¡Si no hay que cortarle la mano al viejo! Maleta, maleta, maleta... Sí. Caja. Caja, caja, caja— Balbuceaba incoherentemente mientras se arrastraba por el piso buscando los kanzashi. —Nada, pájaro-perro y el que necesita un anzuelo. ¡Ah sí sí! ¡La obra de teatro!— Ignoraba al sensei y a Kaido, simplemente se limitó a buscar. En cuanto encontró los palillos se los guardó en el portaobjetos, sabía que no habría tiempo para rearmar su elaborado peinado, menos sin la ayuda de su hermana.
—Que pague el de la pintura loca— Sólo faltaba que le cobrasen por el desastre que había causado su propio maestro al mojar todo el mobiliario. —Yap— Afirmó mientras levantaba el dedo índice como cuando los niños pasan asistencia en la escuela.
Le importaba un maní que el dependiente les estuviese metiendo presión por el retraso. Estaba como el diablo, con cara de querer matar a alguien. Con hambre, con sueño, mojado y enojado. Ojalá que nadie intentase entrar a robar en su guardia, porque de hacerlo Kagetsuna haría que se arrepintiese de ello por el resto de sus días. Que el sensei lo llevase a cualquier lado, ya nada le importaba, deseaba terminar con el asunto y nada más.
—¡POR LA GRAN PUTA!— Blasfemó.
Tosía de cara al suelo, tratando de despejar su garganta de líquido. Su larga cabellera había cubierto todo su rostro, haciéndolo lucir como una niña de historia de terror; de esas que salen de un pozo para agarrarte los pies. Ya era la segunda vez que le despertaban de forma brusca en el día. La primera con los cubos de hielo y la segunda con la dolorosa técnica que impactó en su panza. Simplemente estaba harto.
—¡Por un demonio! ¡POR UN DEMOOOONIOOOOOOOOOO!— Intentó correrse el pelo para dejar al descubierto su ojo sano. —¿Mucho era pedir un chicle? ¡Si no hay que cortarle la mano al viejo! Maleta, maleta, maleta... Sí. Caja. Caja, caja, caja— Balbuceaba incoherentemente mientras se arrastraba por el piso buscando los kanzashi. —Nada, pájaro-perro y el que necesita un anzuelo. ¡Ah sí sí! ¡La obra de teatro!— Ignoraba al sensei y a Kaido, simplemente se limitó a buscar. En cuanto encontró los palillos se los guardó en el portaobjetos, sabía que no habría tiempo para rearmar su elaborado peinado, menos sin la ayuda de su hermana.
—Que pague el de la pintura loca— Sólo faltaba que le cobrasen por el desastre que había causado su propio maestro al mojar todo el mobiliario. —Yap— Afirmó mientras levantaba el dedo índice como cuando los niños pasan asistencia en la escuela.
Le importaba un maní que el dependiente les estuviese metiendo presión por el retraso. Estaba como el diablo, con cara de querer matar a alguien. Con hambre, con sueño, mojado y enojado. Ojalá que nadie intentase entrar a robar en su guardia, porque de hacerlo Kagetsuna haría que se arrepintiese de ello por el resto de sus días. Que el sensei lo llevase a cualquier lado, ya nada le importaba, deseaba terminar con el asunto y nada más.