3/05/2017, 21:21
Kurozuchi miró enervado a sus dos jóvenes pupilos, regalándole a ambos una reprimenda tajante y silenciosa. No era posible que habiendo dormido casi toda la tarde, fueran incapaz de despertar cuando se les era ordenado. ¿Acaso no entendían las repercusiones que aquel imperturbable sueño podrías traerle en el futuro?
Estaba claro que no. Y sin embargo, no era el momento más oportuno para explicárselos. No, tenían una tarea que atender.
—Séquense. Los quiero ver allá en cinco minutos, o de lo contrario, tendremos un grave problema.
Kaido miró ligeramente avergonzado a su compañero de misión, aunque no pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa. Y es que le hacía gracia como se le veía el cabello a Kagetsuna luego de semejante arrebato acuático.
Cuando ambos estuviesen listos, el dependiente esperaría a por ellos para cerrar la habitación. Luego, les guiaría a ambos por un par de pasillos, el segundo más largo que el primero; a través de los cuales pudieron observar los depósitos más grandes, en donde era guardada la mercancía más común. Se podía comprobar a través de los ventanales las numerosas estanterías, y las etiquetas dispuestas en cada una de ellas, separando los artilugios según su valor.
Su destino, no obstante, estaba separado del resto. Se trataba de un cuarto lejano, cuyo interior estaba completamente vacío salvo por un par de asientos, y un alto podio de madera en el centro. Sobre el mismo, yacía un maletín de color negro, cerrado con un candado metálico, y a su lado estaba Kurozuchi.
—Vuestra vigilia durará lo que queda de la noche. Deben proteger éste portafolio, y nadie, absolutamente nadie; puede siquiera acercarse a él mientras yo lo diga. Pueden turnarse para ir al baño si lo necesitan, pero nunca deben dejar descuidada la habitación, ¿entendido?
—Entendido.
Estaba claro que no. Y sin embargo, no era el momento más oportuno para explicárselos. No, tenían una tarea que atender.
—Séquense. Los quiero ver allá en cinco minutos, o de lo contrario, tendremos un grave problema.
Kaido miró ligeramente avergonzado a su compañero de misión, aunque no pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa. Y es que le hacía gracia como se le veía el cabello a Kagetsuna luego de semejante arrebato acuático.
***
Cuando ambos estuviesen listos, el dependiente esperaría a por ellos para cerrar la habitación. Luego, les guiaría a ambos por un par de pasillos, el segundo más largo que el primero; a través de los cuales pudieron observar los depósitos más grandes, en donde era guardada la mercancía más común. Se podía comprobar a través de los ventanales las numerosas estanterías, y las etiquetas dispuestas en cada una de ellas, separando los artilugios según su valor.
Su destino, no obstante, estaba separado del resto. Se trataba de un cuarto lejano, cuyo interior estaba completamente vacío salvo por un par de asientos, y un alto podio de madera en el centro. Sobre el mismo, yacía un maletín de color negro, cerrado con un candado metálico, y a su lado estaba Kurozuchi.
—Vuestra vigilia durará lo que queda de la noche. Deben proteger éste portafolio, y nadie, absolutamente nadie; puede siquiera acercarse a él mientras yo lo diga. Pueden turnarse para ir al baño si lo necesitan, pero nunca deben dejar descuidada la habitación, ¿entendido?
—Entendido.