4/05/2017, 21:40
—Pues, esperemos que tu tía no te extrañe mientras estés de éste lado de la ciudad.
El peliblanco miró a su interlocutor, dándose cuenta de que, a pesar de que se acordaba de que estaba allí con ella, no se había fijado en que ahora tendría que volver al otro lado de la ciudad, al que estaba infestado por gentuza de aquella banda y que, probablemente tuviera que hacerlo solo, lo cual lo hacía mucho más peligroso, teniendo en cuenta que no conocía del todo la ciudad, por lo que su cara fue cambiando lentamente, hasta mostrar un gesto de duda y, por qué no decirlo, de miedo.
— Esto... sí, no creo que... que me eche mucho de menos, al menos... por un rato. — Aseguró el uzunés.
El camarero en ese momentó irrumpió, sirviéndoles tres grandes jarras de agua, las cuales, tanto Kaido como Riko empezaron a vaciar inmediatamente y, cuando las jarras se encontraban completamente acabadas, Hoshu se levantó y les guió hacia un lugar del local, en el cual, probablemente, encontrarían a quien habían estado buscando.
—Pero qué sorpresa. Pensé que el desierto os había tragado para siempre, ¡Hahahahararara!
Les recibió un gigante, un hombre que fácilmente llegaba al metro noventa, o eso pensó Riko al verlo. Al parecer estaba bastante contento de verlos, por lo menos, eso es lo que podía sacar en claro de las carcajadas que soltaba.
—Siempre tan optimista, Mirogu-san.
—Haharara, bastardos. Confiaba en ustedes. Pero, desconocía que estuvierais con otro muchacho. ¿Y éste quién es?
Como ya había oído se encontraba delante del tal Mirogu, el famoso mercader que tenía problemas con los Kabutomushi, y por el cual, estaban metidos en aquel jaleo.
— Mi nombre es Senju Riko, un placer. Y estoy aquí... de casualidad. — No tenía por qué mentir, por lo que simplemente, dijo la verdad.
El peliblanco miró a su interlocutor, dándose cuenta de que, a pesar de que se acordaba de que estaba allí con ella, no se había fijado en que ahora tendría que volver al otro lado de la ciudad, al que estaba infestado por gentuza de aquella banda y que, probablemente tuviera que hacerlo solo, lo cual lo hacía mucho más peligroso, teniendo en cuenta que no conocía del todo la ciudad, por lo que su cara fue cambiando lentamente, hasta mostrar un gesto de duda y, por qué no decirlo, de miedo.
— Esto... sí, no creo que... que me eche mucho de menos, al menos... por un rato. — Aseguró el uzunés.
El camarero en ese momentó irrumpió, sirviéndoles tres grandes jarras de agua, las cuales, tanto Kaido como Riko empezaron a vaciar inmediatamente y, cuando las jarras se encontraban completamente acabadas, Hoshu se levantó y les guió hacia un lugar del local, en el cual, probablemente, encontrarían a quien habían estado buscando.
—Pero qué sorpresa. Pensé que el desierto os había tragado para siempre, ¡Hahahahararara!
Les recibió un gigante, un hombre que fácilmente llegaba al metro noventa, o eso pensó Riko al verlo. Al parecer estaba bastante contento de verlos, por lo menos, eso es lo que podía sacar en claro de las carcajadas que soltaba.
—Siempre tan optimista, Mirogu-san.
—Haharara, bastardos. Confiaba en ustedes. Pero, desconocía que estuvierais con otro muchacho. ¿Y éste quién es?
Como ya había oído se encontraba delante del tal Mirogu, el famoso mercader que tenía problemas con los Kabutomushi, y por el cual, estaban metidos en aquel jaleo.
— Mi nombre es Senju Riko, un placer. Y estoy aquí... de casualidad. — No tenía por qué mentir, por lo que simplemente, dijo la verdad.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»