6/05/2017, 16:45
La pelirroja viajaba, de nuevo, como estaba acostumbrando a hacer en pos de encontrar "su hueco" en éste mundo, o qué hacer por el resto de la eternidad dado su condición. No era una tarea simple y llana, mas bien todo lo contrario, le estaba costando demasiado sacar datos concluyentes acerca de su futuro. Pero, tampoco tenía prisas, tenía todo el tiempo del mundo a su disposición, literalmente. Así pues, sin prisa pero sin pausa, sus piernas la llevaron en ésta ocasión a explorar un poco el país de la espiral, lugar del que procedían los shinobis de Uzu, detalle que mas bien importaba poco a la pelirroja.
En su incursión, la chica caminó por una planicie que parecía estar aislada de todo, hasta de la vida. Sobre ella, el cielo tampoco parecía querer tener amigos, pero eso era algo a lo que la chica estaba mas que acostumbrado. Nublado como en un día de invierno, siendo que era verano, la tarde arremetía con una gran ola de calor. El sol, lejos de no causar estragos al estar tapado por las nubes, hacía de éstas como una lupa para irradiar con sus potentes rayos para quemar a los humanos como meras hormigas. Hasta el viento parecía haberse puesto en contra, dejando de mecerse en ligeras brisas como había sucedido algunos kilómetros atrás. Ni un desierto podía ser tan caluroso como ese valle del destierro.
Aiko, que viajaba con quizás menos que lo justo, comenzaba a estar sedienta. Por mas que miraba a su alrededor, lo único que veía era un páramo desierto, ni estructuras ni pueblos, ni animales, ni leches. Nada, mirase por donde mirase, no había nada.
«Quizás debería retroceder... por aquí no parece que haya nada...» Pensó la chica, puesto que enmendarse a cruzar un desierto no era una decisión de lo mas sensata. ¿Qué encontraría tras ese páramo? Mierda, su propia curiosidad la sentenciaba. ¿Cómo iba a irse sin mas?
—¡Tsk! —la chica chasqueó la lengua, cabreada con su propia decisión.
Sin mas remedio, continuó caminando, pues no podía hacer otra cosa. Caminó, caminó y caminó, hasta al fín ver algo que claramente resaltaba con el resto del entorno. Un enorme torreón, así como una estructura que solamente recordaba ver en libros, libros donde una princesa era presa de un dragón y similares.
—¿Un... castillo?
La pregunta sin duda no esperaba respuesta alguna, era retórica. Allí, frente a ella, se alzaba un castillo que a cada paso que daba parecía crecer varios metros. Sin duda, la estructura que se erguía frente a la chica era digna de recordar, y ni de coña iba a irse sin echarle un vistazo...
¿Fantasmas? Era un riesgo que estaba dispuesta a correr, no pensaba irse sin ver ese castillo por dentro.
Continuó su caminar hasta topar de lleno con el enorme portalón de madera que antiguamente seguro ofrecía gran protección al susodicho castillo, pero que hoy día estaba podrido y apenas suponía un problema para cualquier tipo de arma. La vida parecía estar ausente allí también, el lugar parecía haber sido abandonado siglos atrás. Varias grietas daban a entender eso, así como la hiedra subiendo por sus fachadas. El silencio campaba a sus anchas.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!? —vociferó la chica sin tapujo, inquiriendo saber si realmente estaba abandonado.
Por suerte o desgracia, nadie contestó a la chica. Fue entonces, que sin dudarlo siquiera, la chica empujó el portalón. Éste se abrió, sin resistencia alguna, y la pelirroja atravesó el umbral de la puerta. El único ruido que sentenció la maniobra fue el chirrido oxidado de las bisagras, que no dudaron en dar la bienvenida a la chica con ese espeluznante sonido.
Dentro, a primera vista, había un salón enorme desde el cuál comenzaban unas escaleras centrales y se dividían en dos conforme llegaban al extremo de la sala. Cuatro pilares enormes daban base a los numerosos pisos que por encima se hallaban, y una gran cantidad de puertas cerradas y abiertas databan cuán grande era la estructura.
En su incursión, la chica caminó por una planicie que parecía estar aislada de todo, hasta de la vida. Sobre ella, el cielo tampoco parecía querer tener amigos, pero eso era algo a lo que la chica estaba mas que acostumbrado. Nublado como en un día de invierno, siendo que era verano, la tarde arremetía con una gran ola de calor. El sol, lejos de no causar estragos al estar tapado por las nubes, hacía de éstas como una lupa para irradiar con sus potentes rayos para quemar a los humanos como meras hormigas. Hasta el viento parecía haberse puesto en contra, dejando de mecerse en ligeras brisas como había sucedido algunos kilómetros atrás. Ni un desierto podía ser tan caluroso como ese valle del destierro.
Aiko, que viajaba con quizás menos que lo justo, comenzaba a estar sedienta. Por mas que miraba a su alrededor, lo único que veía era un páramo desierto, ni estructuras ni pueblos, ni animales, ni leches. Nada, mirase por donde mirase, no había nada.
«Quizás debería retroceder... por aquí no parece que haya nada...» Pensó la chica, puesto que enmendarse a cruzar un desierto no era una decisión de lo mas sensata. ¿Qué encontraría tras ese páramo? Mierda, su propia curiosidad la sentenciaba. ¿Cómo iba a irse sin mas?
—¡Tsk! —la chica chasqueó la lengua, cabreada con su propia decisión.
Sin mas remedio, continuó caminando, pues no podía hacer otra cosa. Caminó, caminó y caminó, hasta al fín ver algo que claramente resaltaba con el resto del entorno. Un enorme torreón, así como una estructura que solamente recordaba ver en libros, libros donde una princesa era presa de un dragón y similares.
—¿Un... castillo?
La pregunta sin duda no esperaba respuesta alguna, era retórica. Allí, frente a ella, se alzaba un castillo que a cada paso que daba parecía crecer varios metros. Sin duda, la estructura que se erguía frente a la chica era digna de recordar, y ni de coña iba a irse sin echarle un vistazo...
¿Fantasmas? Era un riesgo que estaba dispuesta a correr, no pensaba irse sin ver ese castillo por dentro.
Continuó su caminar hasta topar de lleno con el enorme portalón de madera que antiguamente seguro ofrecía gran protección al susodicho castillo, pero que hoy día estaba podrido y apenas suponía un problema para cualquier tipo de arma. La vida parecía estar ausente allí también, el lugar parecía haber sido abandonado siglos atrás. Varias grietas daban a entender eso, así como la hiedra subiendo por sus fachadas. El silencio campaba a sus anchas.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!? —vociferó la chica sin tapujo, inquiriendo saber si realmente estaba abandonado.
Por suerte o desgracia, nadie contestó a la chica. Fue entonces, que sin dudarlo siquiera, la chica empujó el portalón. Éste se abrió, sin resistencia alguna, y la pelirroja atravesó el umbral de la puerta. El único ruido que sentenció la maniobra fue el chirrido oxidado de las bisagras, que no dudaron en dar la bienvenida a la chica con ese espeluznante sonido.
Dentro, a primera vista, había un salón enorme desde el cuál comenzaban unas escaleras centrales y se dividían en dos conforme llegaban al extremo de la sala. Cuatro pilares enormes daban base a los numerosos pisos que por encima se hallaban, y una gran cantidad de puertas cerradas y abiertas databan cuán grande era la estructura.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)