22/06/2015, 16:04
Como si se tratase de la respuesta de los mismos dioses residentes en los altos cielos, como si les hubiésemos ofendido, el cielo empezó a descargar con más fuerza que hacia unos instantes; los rayos se sucedían con más frecuencia, las rachas de viento eran más potentes y juraría que el goteo de la lluvia había aumentado. Todo ello provocaba que el frío se calase hasta las huesos como si de un castigo divino se tratase a medida que seguía aquella desconocida muchacha misteriosa.
De pronto volvió a actuar con la naturalidad que la caracterizaba, levantando su mano e indicando la dirección que debíamos seguir con tal de refugiarnos de aquel señor tormenton que no dejaba de asustarme a cada rayo que se sucedía, cada cual más cegador que el anterior. No lo dude ni dos segundos y simplemente asentí con la cabeza y tuve que confiar ciegamente ante la muchacha de Amegakure como las ovejas siguen a su pastor.
A medida que avanzamos vimos una enorme roca que se alzaba tratando de surcar los cielos revueltos de la región pero que a su vez otorgaba refugio a los viajeros. Bueno, más bien a los viajeros que conocían la zona. Era el caso de aquella muchacha de tez pálida. Lo cierto es que no las tenía todas con como se iba sucediendo todo, lo mismo me enviaba a una muerte segura y aquella tormenta fuese producto de la muchacha, quizás una técnica, pero debo decir que si esa era la realidad se las había ingeniado a la perfección y había actuado a las mil maravillas. Descendimos por algo similar a unas escaleras dejando un rastro de agua, la misma agua que descendía de nuestros ropajes y de nuestras sandalias, la cual dejaba un rastro marrón y finalmente entramos en la que sería, al menos momentáneamente, en nuestra salvación.
-Gracias... Si, eso creo. Pero debo salir de este lugar de una pieza también- bromee soltando un pequeña carcajada.
En la estancia no había mucho, un hueco en la piedra que se antojaba perfecta para encender un fuego, un poco de leña, una mesa de madera y un par de banquetas. Lo justo para pasar la noche pero no había nada de comida, obviamente.
-¡Al menos podemos hacer una pequeña fogata para pasar este frío!-
Efectivamente, fue lo primero que se e pasó por la cabeza, quitarme ese maldito frío de encima. Aprisa tome algunos de los tronquitos dispuestos y los coloqué en lo que aparentaba ser la hoguera formando un pequeño triángulo, me separé de ellos, junte mis manos realizando una secuencia de sellos y por mi boca exhalé un ligero chorro de fuego para que prendiese a la mayor brevedad posible. Así fue. acerqué mis manos al fuego a una distancia prudencial con tal de calentarlas y que el fuego me abrazase.
-Vamos, acercate, seguro que tu también deseas calentarte y calmar ese frío- dije ladeando mi rostro, mostrando una sonrisa y guiñandole mi ojo izquierdo.
De pronto volvió a actuar con la naturalidad que la caracterizaba, levantando su mano e indicando la dirección que debíamos seguir con tal de refugiarnos de aquel señor tormenton que no dejaba de asustarme a cada rayo que se sucedía, cada cual más cegador que el anterior. No lo dude ni dos segundos y simplemente asentí con la cabeza y tuve que confiar ciegamente ante la muchacha de Amegakure como las ovejas siguen a su pastor.
A medida que avanzamos vimos una enorme roca que se alzaba tratando de surcar los cielos revueltos de la región pero que a su vez otorgaba refugio a los viajeros. Bueno, más bien a los viajeros que conocían la zona. Era el caso de aquella muchacha de tez pálida. Lo cierto es que no las tenía todas con como se iba sucediendo todo, lo mismo me enviaba a una muerte segura y aquella tormenta fuese producto de la muchacha, quizás una técnica, pero debo decir que si esa era la realidad se las había ingeniado a la perfección y había actuado a las mil maravillas. Descendimos por algo similar a unas escaleras dejando un rastro de agua, la misma agua que descendía de nuestros ropajes y de nuestras sandalias, la cual dejaba un rastro marrón y finalmente entramos en la que sería, al menos momentáneamente, en nuestra salvación.
-Gracias... Si, eso creo. Pero debo salir de este lugar de una pieza también- bromee soltando un pequeña carcajada.
En la estancia no había mucho, un hueco en la piedra que se antojaba perfecta para encender un fuego, un poco de leña, una mesa de madera y un par de banquetas. Lo justo para pasar la noche pero no había nada de comida, obviamente.
-¡Al menos podemos hacer una pequeña fogata para pasar este frío!-
Efectivamente, fue lo primero que se e pasó por la cabeza, quitarme ese maldito frío de encima. Aprisa tome algunos de los tronquitos dispuestos y los coloqué en lo que aparentaba ser la hoguera formando un pequeño triángulo, me separé de ellos, junte mis manos realizando una secuencia de sellos y por mi boca exhalé un ligero chorro de fuego para que prendiese a la mayor brevedad posible. Así fue. acerqué mis manos al fuego a una distancia prudencial con tal de calentarlas y que el fuego me abrazase.
-Vamos, acercate, seguro que tu también deseas calentarte y calmar ese frío- dije ladeando mi rostro, mostrando una sonrisa y guiñandole mi ojo izquierdo.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa