7/05/2017, 22:55
Los libros de cuentos hablaban sobre un inmenso castillo, un castillo en el que habían sucedido aventuras increíbles tales como samuráis enfrentándose a bestias gigantes, princesas en apuros rescatadas por héroes que conseguían llegar hasta ellas, y, por supuesto, historias de aquellos hombres que, a pesar de intentarlo, no conseguían su objetivo y perecían en el intento.
El peliblanco llevaba semanas leyendo e investigando acerca de dicho castillo, partiendo desde el pensamiento de que sería un hecho ficticio, pero... ¿y si no? La duda le carcomía la cabeza por lo que, después de buscar en la biblioteca y de leer por lo menos ocho libros referentes a dicha construcción, en uno de ellos se hablaba de su ubicación aproximada por lo que, después de todas las molestias que se había tomado para descubrir aquello, dirigirse allí en expedición era lo menos que podía hacer.
Joder... ¿Quién me mandaría a mi...?
El clima no acompañaba en lo absoluto, a pesar de que el astro rey no azotaba con sus rayos en plenitud debido a las nubes que lo cubrían, su presencia se hacía notar por el terrible calor que desprendía, dándole a la planicie en la que se encontraba el aspecto de un desierto, en el que cualquier incauto que se perdiera sería incapaz de salir, menos mal que Riko se había preparado bien, con su mochila a la espalda, con agua y comida suficientes para vivir el tiempo justo para salir de aquel infierno.
El tiempo pasaba, y el Senju estaba a punto de darse por vencido pero, a lo lejos, una figura comenzó a erguirse, como si de una alucinación se tratase, pero aún así, el genin se dirigió hacia allí, corriendo como alma que lleva el diablo, rezando porque fuera real. Y tanto que lo era, allí se alzaba, imponente, el inmenso castillo, ahora abandonado.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?
Un grito, de repente, le hizo activar todas sus alertas, quedando completamente paralizado, buscando al causante de dicho ruido, no tardando demasiado en encontrarlo, al fin y al cabo, los pelirrojos no son difíciles de diferenciar. Se quedó atrás, evitando que le viera, tratando de averiguar si aquella persona era peligrosa o, si simplemente, era una curiosa más, como él.
La siguió sigilosamente, mientras ésta abría el portón, dejando ver desde el exterior lo que el edificio escondía.
— ¡Guaaaaaaaaala chaval! — Exclamó, tirando por el retrete todo el sigilo que había llevado hasta el momento.
El peliblanco llevaba semanas leyendo e investigando acerca de dicho castillo, partiendo desde el pensamiento de que sería un hecho ficticio, pero... ¿y si no? La duda le carcomía la cabeza por lo que, después de buscar en la biblioteca y de leer por lo menos ocho libros referentes a dicha construcción, en uno de ellos se hablaba de su ubicación aproximada por lo que, después de todas las molestias que se había tomado para descubrir aquello, dirigirse allí en expedición era lo menos que podía hacer.
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Joder... ¿Quién me mandaría a mi...?
El clima no acompañaba en lo absoluto, a pesar de que el astro rey no azotaba con sus rayos en plenitud debido a las nubes que lo cubrían, su presencia se hacía notar por el terrible calor que desprendía, dándole a la planicie en la que se encontraba el aspecto de un desierto, en el que cualquier incauto que se perdiera sería incapaz de salir, menos mal que Riko se había preparado bien, con su mochila a la espalda, con agua y comida suficientes para vivir el tiempo justo para salir de aquel infierno.
El tiempo pasaba, y el Senju estaba a punto de darse por vencido pero, a lo lejos, una figura comenzó a erguirse, como si de una alucinación se tratase, pero aún así, el genin se dirigió hacia allí, corriendo como alma que lleva el diablo, rezando porque fuera real. Y tanto que lo era, allí se alzaba, imponente, el inmenso castillo, ahora abandonado.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?
Un grito, de repente, le hizo activar todas sus alertas, quedando completamente paralizado, buscando al causante de dicho ruido, no tardando demasiado en encontrarlo, al fin y al cabo, los pelirrojos no son difíciles de diferenciar. Se quedó atrás, evitando que le viera, tratando de averiguar si aquella persona era peligrosa o, si simplemente, era una curiosa más, como él.
La siguió sigilosamente, mientras ésta abría el portón, dejando ver desde el exterior lo que el edificio escondía.
— ¡Guaaaaaaaaala chaval! — Exclamó, tirando por el retrete todo el sigilo que había llevado hasta el momento.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»