22/06/2015, 23:31
Le costó cierto esfuerzo comprender las palabras de Daruu cuando las pronunció con medio bollo aún en la boca. Pero, cuando lo hizo, una sonrisa temblorosa asomó a sus labios.
—Puede que sea así —rio. Ella nunca había probado esos videojuegos, por lo que no podía opinar al respecto, pero al menos lo que decía su acompañante tenía sentido: si llegabas cansado a casa, lo último que te apetecería sería hacer más ejercicio por mucho que fuera un juego.
Tras tragar, Daruu le dio un nuevo sorbo a su batido de chocolate blanco. Y Ayame no tardó en imitarle.
Aunque pronto se arrepintió de haberlo hecho.
Las siguientes palabras que formuló la pillaron desprevenida. Al tragar, la sorpresa hizo que el chocolate se le fuera por el lado equivocado y Ayame se vio sometida a un violento ataque de tos que parecía amenazar con asfixiarla. No fue consciente de que, a su alrededor, los clientes de la pastelería se habían girado hacia ellos con cierta alarma.
—I... Ir a tu... casa... —balbuceó como pudo al cabo de algunos segundos, ya entre toses algo más sosegadas. Sentía que el rostro le ardía, pero no podía asegurar que fuera debido a la desafortunada malinterpretación de la frase o precisamente...
De lo que sí se dio cuenta fue de que Daruu también se había sonrojado, aunque él no se había atragantado.
—Pero... si está lloviendo... —respondió, algo aturdida ante la extraña afirmación de Daruu. ¿Acaso existía un buen día en Amegakure? De hecho cuando llovía no se consideraba un buen día, sino un fatal augurio. Comenzó a tamborilear con sus pulgares, distraída y sin saber muy bien qué más decir. Se sentía avergonzada y no sabía por qué. Hasta que recordó algo que le hizo recobrar la curiosidad—. Oye, Daruu-san, aún no me has dicho cómo es posible que te prendas fuego sin acabar calcinado.
—Puede que sea así —rio. Ella nunca había probado esos videojuegos, por lo que no podía opinar al respecto, pero al menos lo que decía su acompañante tenía sentido: si llegabas cansado a casa, lo último que te apetecería sería hacer más ejercicio por mucho que fuera un juego.
Tras tragar, Daruu le dio un nuevo sorbo a su batido de chocolate blanco. Y Ayame no tardó en imitarle.
Aunque pronto se arrepintió de haberlo hecho.
Las siguientes palabras que formuló la pillaron desprevenida. Al tragar, la sorpresa hizo que el chocolate se le fuera por el lado equivocado y Ayame se vio sometida a un violento ataque de tos que parecía amenazar con asfixiarla. No fue consciente de que, a su alrededor, los clientes de la pastelería se habían girado hacia ellos con cierta alarma.
—I... Ir a tu... casa... —balbuceó como pudo al cabo de algunos segundos, ya entre toses algo más sosegadas. Sentía que el rostro le ardía, pero no podía asegurar que fuera debido a la desafortunada malinterpretación de la frase o precisamente...
De lo que sí se dio cuenta fue de que Daruu también se había sonrojado, aunque él no se había atragantado.
—Pero... si está lloviendo... —respondió, algo aturdida ante la extraña afirmación de Daruu. ¿Acaso existía un buen día en Amegakure? De hecho cuando llovía no se consideraba un buen día, sino un fatal augurio. Comenzó a tamborilear con sus pulgares, distraída y sin saber muy bien qué más decir. Se sentía avergonzada y no sabía por qué. Hasta que recordó algo que le hizo recobrar la curiosidad—. Oye, Daruu-san, aún no me has dicho cómo es posible que te prendas fuego sin acabar calcinado.