8/05/2017, 05:44
(Última modificación: 8/05/2017, 06:23 por Hanamura Kazuma.
Razón: Poner la fecha
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Flama, Verano del año 217
Un largo viaje hacia un lugar de oscuros y fríos misterios. Un lugar plagado de misticismo y legendas crueles que evocan la pérdida de la esperanza y el congelamiento del corazón. Un lugar cuya lejanía casi era una oración para mantener alejado a cualquier extranjero de sangre tórrida, condena de muerte blanca en aquellas tierras. Que aquel sitio resultara el destino de recreo de gente adineradamente blanda era un chiste cuando menos morboso. Y sin embargo, allí se encontraba Kōtetsu, en un localidad hostil cuyas ventiscas le contaban, en temibles murmullos, que estaba en el lugar y momento equivocados.
Su excursión comenzó con una inquietante invitación realizada a su maestro. Un par de boletos para el nido de cristal, un lujoso hotel inaugurado recientemente en las miserables tierras de las llanuras del hielo. Asegurando que aquel destino no tenía nada de valor para él, desecho la invitación con un desdén digno de quienes, en terrible discreción, ya conocían la historia de Hakushi, el pueblecito en donde residía la famosa estructura.
El Hakagurē se mostro curioso sobre aquel destino al que su mentor se negaba a ir, deseaba saber que había mas allá del mar, en las extrañas islas del país del agua. Hablo con determinación e inocencia, y alego que sería un desperdicio el desaprovechar una invitación a una ubicación que había comenzado a ser famosa tan recientemente. El rostro del anciano se empobreció mientras le explicaba los contras y los oscuros rumores que rondaban en torno a la cristalina fama de aquel pueblo. Kōtetsu defendió su posición, alegando que se trataban de meros trucos propagandísticos para evocar el miedo y la emoción en el corazón de los ignorantes.
Asimilando que el trágico destino de su joven protegido era aprender sobre las maldades del mundo de la forma más difícil, decidió permitir su partida, a la espera de que un poco de oscuridad pudiese disipar la arrogante ignorancia que marcaba el camino por el cual transitaba.
Varios días después, luego de haber sobrevivido a un viaje en barco y a una siniestra tormenta que les mordió en la última de sus escalas, por fin llego al pequeño puerto de la isla.
Naomi le acompañaba, como era, y seguiría siendo, costumbre en cada viaje en que su maestro lo considerara necesario por lo ominoso de las posibilidades. La región les recibió con un gélido abrazo que les llego hasta el corazón y les estremeció el espíritu. Pese a que estaban en pleno verano, el frio era lo suficientemente cruel como para despreciar lo grueso y abrigado de sus vestimentas. El puerto era un lugar pequeño y congelado, donde en rara ocasión los lugareños se atrevían a intercambiar palabras con los visitantes. Allí debían esperar el arribo de un gran trineo que se suponía recorría la ruta hasta llegar al pueblo en donde estaba el hotel. Pero solo salía de día, para evitar los horrores que asediaban al viajero desprevenido durante la noche, y recién estaba amaneciendo cuando llegaron. El alba ofrecía un espectáculo de una belleza fantasmal: La salada humedad del mar convertida en una mortaja de cristal que envolvía los cobertizos, y que la dorada claridad mañanera apuñalaba, creando una danza de luminiscencias espectrales. Algo que los futuros huéspedes podrían disfrutar, a la vez que los inquietaba, mientras esperaban la llegada del vehículo prometido.
—¿Qué le parece este lugar mi señor? —pregunto la Miyazaki, un poco sorprendida e incómoda por el ambiente.
El joven permitió que el entorno le envolviera en un ataúd de sensaciones: El blanco lechoso que todo lo aplastaba y el sonido de la nieve siendo rastrillada por el viento. El penetrante olor a grasa de ballena recién troceada y la sensación gélida que se escurría entre los gruesos pliegues de su ropa. Y no podía olvidar el salado sabor de la saliva que se congelaba en su paladar si mantenía la boca abierta por más tiempo del necesario, incluso si era solo para sonreír.
—Es un lugar sorprendentemente hermoso, de una manera brutal y horriblemente incomoda.
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