23/06/2015, 23:40
Sin embargo él sí que se había dado cuenta de que Ayame se había sonrojado tanto o más como él, y eso sólo pudo tener como resultado que él se sonrojase aún más. Para colmo, la kunoichi se dio cuenta de que su rompe-hielos era ridículo: estaba lloviendo, claro, como todos los puñeteros días en AMEGAKURE.
Aún así, como siempre, se las apañó para salir del paso.
—Esto... —meditó durante un momento—. ¡Claro, mujer! Dicen que los días sin lluvia traen mala suerte. ¡Por eso hoy es un buen día!
«¡Miraaa, se han puesto rojos como un tomate! ¿Le habrá pedido salir? Nah, mi hijo es un cobarde... Pero y si, pero y si...»
Kiroe, sin nada que hacer, seguía escondida, esta vez medio asomada por la cocina, fingiendo vigilar el local por si venían más clientes o recibía un pedido de una mesa.
El batido se había acabado.
—Pues verás —Ayame le había preguntado cómo funcionaba su Kaenka, y aunque no pensaba revelarle los detalles (era un jutsu secreto), sí podía contarle qué efectos tenía la técnica—. La capa es cálida por dentro, pero no llega a quemar. De hecho...
Puso la mano sobre la mesa y la prendió fuego.
—Tócala, confía en mí.
Si Ayame decidía poner la mano sobre la suya, notaría una ligera sensación de calidez. Pero Daruu había decidido regular la temperatura del Kaenka para que no hiciese daño.
Aún así, como siempre, se las apañó para salir del paso.
—Esto... —meditó durante un momento—. ¡Claro, mujer! Dicen que los días sin lluvia traen mala suerte. ¡Por eso hoy es un buen día!
···
«¡Miraaa, se han puesto rojos como un tomate! ¿Le habrá pedido salir? Nah, mi hijo es un cobarde... Pero y si, pero y si...»
Kiroe, sin nada que hacer, seguía escondida, esta vez medio asomada por la cocina, fingiendo vigilar el local por si venían más clientes o recibía un pedido de una mesa.
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El batido se había acabado.
—Pues verás —Ayame le había preguntado cómo funcionaba su Kaenka, y aunque no pensaba revelarle los detalles (era un jutsu secreto), sí podía contarle qué efectos tenía la técnica—. La capa es cálida por dentro, pero no llega a quemar. De hecho...
Puso la mano sobre la mesa y la prendió fuego.
—Tócala, confía en mí.
Si Ayame decidía poner la mano sobre la suya, notaría una ligera sensación de calidez. Pero Daruu había decidido regular la temperatura del Kaenka para que no hiciese daño.